Opinión | Crónicas de la Revo-ilusión

Ideologías

Annie Ernaux alerta del avance de la ideología de la exclusión y el abandono

Annie Ernaux alerta del avance de la ideología de la exclusión y el abandono

De todas las palabras inventadas por nuestra supuesta civilización, quizás «ideología» sea una de las más peligrosas. Si preguntamos a un cazador recolector por su ideología, no nos entenderá y emitirá un gruñido de incomodidad para continuar a lo suyo. Al igual que nuestros antepasados, la realidad es que no necesitamos la ideología para sobrevivir, ni siquiera para amar a alguien o ir a la playa. Las normas de buena convivencia no son ideológicas, tampoco la educación que se imparte en las aulas, aunque se pretenda lo contrario. Al entrar en materia política, no digamos militar, la cosa se complica mucho más, pues ideologizar consiste en revestir el pensamiento de una suerte de creencias que se nutren de la necesidad de pertenencia a un grupo determinado de personas con las que sientes que tienes algo en común. La ideología es un constructo inmaterial creador de relatos y símbolos alrededor de un objetivo que, teóricamente, debe confrontarse con las demás ideologías, siempre contrarias, y que han nacido del mismo proceso mental. Y de nuevo, volvemos a la tribu que adora y odia, militamos furiosamente en una asociación, en un partido político, en un grupo de amigos, en una patria bajo una bandera. Y por supuesto erigimos líderes, que utilizan la ideología como convicción, que se defienden y atacan basándose en posturas ideológicas, que acaban reducidas a una cuestión de fe. Géneros distintos, razas diferentes, culturas y religiones antagónicas que rivalizan como único medio de autoafirmarse y aumentar en volumen de seguidores. Parroquias de todo signo dispuestas a quemar en la hoguera de sus propias vanidades a cualquier ideología enemiga, tras condenarla desde el miedo, la ignorancia o el desprecio respecto a opiniones o gustos que son igual de respetables. Los cazadores recolectores no conocieron la ideología ni el dinero, ni todas esas malditas palabras culpables de nuestro evolucionado desastre.

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