Opinión | Retiro lo escrito

Verdad y verdulería

Torres, sobre el 'caso Mediador'

En un ensayo que todos deberías releer muchas veces, La política y la lengua inglesa, George Orwell, el mejor periodista del siglo del periodismo, describe la evolución del eufemismo en el lenguaje político que, por supuesto, se ha convertido en un formato, hasta el punto de que el periodismo se ha transformado en un sistema eufemístico en sí mismo. Exactamente igual que la política. En realidad el sistema eufemístico del discurso de la política ha terminado por colonizar el discurso periodístico. Pues sí: es un pequeño problema que utilicemos el sociolecto de los políticos para analizar a los políticos. Por eso cuando se rompe la cuarta pared discursiva y aparece un torrente estropajoso hablando de sobornos, mordidas, fiestas, farlopa y putas todo parece vigoroso, llamativo, iluminador: una verdad descarnada y evidente que se demuestra a sí misma. Mira, haciéndose rayas. Mira, el diputado en pelotas, qué ascazo. Mira, la prostituta sonriendo profesionalmente. Es la realidad abriéndose paso a través de un montón de palabras manidas, gastadas fórmulas retóricas e insoportables cortesanías. Pues no. El rastro desordenado de unos hechos no es la verdad. No recuperan una verdad. Y la verdad es el asunto medular del periodismo.

Un periodista pidió el otro día prudencia al tratar informativamente el llamado caso Mediador. Es imposible no estar de acuerdo con él; es una lástima que la prudencia le parezca obligatoria cuando los escándalos e investigaciones judiciales afectan a un Gobierno de izquierda y una cobardía, una torpeza o una complicidad cuando afectan a Gobiernos de otro signo político. Y, sin embargo, lo que ha podido conocerse del sumario inicial es lo suficientemente grave y preocupante, en efecto, para exigir explicaciones al Ejecutivo, que se ha limitado a decir –básicamente– que no sabe nada. Esa trinchera será poco defendible a medida que aumente la información disponible y deberá abandonarse cuando admitir que no se sabe nada evidencie culpa in vigilando. Más tarde o más temprano será obligado asumir responsabilidades políticas y la consejera de Agricultura deberá dimitir. Y si lo que se está considerando desde el Gobierno –o desde el PSOE– es el costo político-electoral de la decisión siempre será mejor cerrar ahora la crisis con una dimisión que tener que hacerlo tres semanas antes de las elecciones.

Con una rapidez inusitada en estos casos el torrente, que ha diseñado y ejecutado una gira por todos los medios de comunicación para vender su verdulería, se ha apresurado a afirmar que el presidente Ángel Víctor Torres conocía las actividades de la trama de corrupción para la que trabajaba el mediador y que encabezaba el diputado socialista Juan Bernardo Fuentes. Como tantas otras cosas que está desembuchando frente a los micrófonos, el torrente no aporta ya no una prueba sólida, sino un mero indicio circunstancial de su afirmación. Conceder más credibilidad a un tipo con un amplio historial delictivo que a un dirigente político con 25 años de trabajo público sin mancha de escándalo no solo es una canallada, sino una auténtica estupidez. Sin embargo el presidente Torres ha gestionado mal una situación singularmente compleja. No se responde a esto con declaraciones apresuradas al salir de un acto oficial o mandando un comunicado –como suele ser habitual, mal escrito– a la agencia EFE. Eso no es «ser el primero en dar explicaciones», como proclama Nira Fierro, tal vez por su poca experiencia. Las dimensiones que está adquiriendo el escándalo y su reverberación en periódicos y televisiones de ámbito nacional exigían la convocatoria inmediata de una rueda de prensa para ordenar los mensajes y argumentos y tomar medidas políticas, judiciales o administrativas. No lo ha hecho y eso aviva la intranquilidad de muchos ciudadanos y la carnívora expectativa de adversarios y enemigos políticos.

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