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Meryem El Mehdati

Zasca

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Preguntaba hace unos días Ana Vázquez Blanco en un tuit redactado de aquella manera, supongo por los nervios de ser la primera en propinar un zasca de esos que tanto les gusta a las personas mayores de 40 años –las únicas que no se sonrojan al enunciar la palabra «zasca» en el año 2023–, «¿Dónde están las feministas de izquierdas para condenar los ataques sufridos por Isabel Díaz Ayuso? No os oigo». Añadió al final de su pregunta el emoji de una oreja para coronar del todo su obra maestra. Me la he imaginado leyendo de nuevo su tuit y asintiendo para sí misma antes de darle al botón de enviar. Un golpe magistral para callar las boquitas de las feministas de izquierdas, sí. Ana Vázquez Blanco se refería a las decenas de estudiantes que esperaron a la presidenta de la Comunidad de Madrid apiñaditos, pacientes, listos, en facultad de Comunicación de la Universidad Complutense para increparla durante su visita. Asistía a una ceremonia por su nombramiento como alumna ilustre en su alma mater. A muchos les pareció un despropósito. Yo lo puedo entender. Sí me gustaría señalar que las protestas no tienen que ver con que Isabel Diaz Ayuso sea una mujer sino con que hasta el momento toda su política ha consistido en una cosa y solo en esa cosa: el total y completo desmantelamiento de cualquier servicio público que se le ponga por delante, llámese Sanidad, llámese Educación.

Cada vez que oigo o leo a alguien preguntar por el paradero de las feministas escucho la pregunta en mi fuero interno con el mismo tono musical que se usaba para cantar en los estadios de fútbol «¿Dónde está CR7, CR7 dónde está?». Las feministas, dónde están. Dónde estaban cuando se perdieron los papeles de la paella y cuando el Betis se moría y cuando cayeron las torres gemelas y cuando reventó la burbuja inmobiliaria y cuando Mariano Rajoy se escondió en un restaurante tras la moción de censura. Haciendo cosas de feministas. Comiéndose algún que otro recién nacido, prohibiendo a otras mujeres que se afeiten las piernas, descamisándose en una manifestación. ¿Podría alguien compartir con el resto de la clase los detalles de la ubicación de las feministas de izquierdas? Es para una cosa. Es para preguntarle a Ana Vázquez Blanco dónde estaban las feministas que sí le gustan cuando su partido pactó gobiernos con otro partido que revienta minutos de silencio por asesinatos machistas y que niega la existencia de la violencia de género. ¿Dónde están esas feministas a las que sí estima cuando grupos de fanáticos se colocan a las puertas de las clínicas de interrupción voluntaria del embarazo para acosar a cualquier mujer que quiera entrar? Ojalá nos lo cuente en algún momento, me gustaría saberlo. Elena Valenciano, otra de las feministas buenas, escribe: «Dani Alves tenía salud, dinero, éxito y un amor… qué le pasó por la cabeza para cometer (presuntamente) semejante barbaridad contra una mujer?». Su biografía en redes sociales reza: Política internacional y feminismo. Presidenta de la Fundación Mujeres. Me he reído mientras la copiaba porque es una biografía bastante curiosa. Una persona que preside la Fundación Mujeres no sabe por qué los violadores violan supuestamente, presuntamente, a las mujeres. Harvey Weinsten lo tenía todo. ¿Por qué violaba? ¿No estará este hecho intrínsecamente relacionado con el poder que desean ejercer sobre nuestras vidas, sobre nuestros cuerpos, sobre nuestra libertad?

Bueno, sí, las feministas. Volvamos a la cuestión de su paradero. Me consta que no estaban riéndose mientras Carla Toscano le decía a Irene Montero: «Su único mérito es haber estudiado en profundidad a Pablo Iglesias». La bancada del PP se quedó callada en ese Congreso que se ha convertido en lo peor de un patio de instituto, no dijo esta boca es mía. Podría afirmar con seguridad que las feministas de izquierdas no estrechan la mano ni se sacan fotografías con personas como Juan García Gallardo, que afirmaba hace unos días no entender mucho de embarazos a la misma vez que anunciaba las medidas antiabortistas introducidas por su partido en Castilla y León. Tampoco dejaron morir a cientos de ancianos en sus residencias durante la pandemia. Aunque parezca que todo el mundo se ha olvidado, yo todavía lo recuerdo. Lo recordaré siempre.

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