Mattel lanzó en 1997 una Barbie en silla de ruedas. Sin embargo, fue duramente criticada porque la muñeca no cabía en el ascensor de la casa de la muñeca. Los casi 60 años de existencia de la icónica muñeca creada por Ruth Handler han estado marcados por las críticas, la superficialidad y el sexismo impregnado en cada modelo. Sin embargo, en 2018 algo iba a cambiar en la línea de muñecas Barbie, un punto de inflexión llamado Dream Gap (La brecha de los sueños). Este paso hacia la igualdad quiso aumentar la conciencia pública y educar a la sociedad sobre los prejuicios de género. Tarde, pero se dieron cuenta que la mujer no tenía que ser leal esposa, guapa y esbelta. En el fondo de la cuestión, el producto Barbie se resume a la perfección en un artículo de Vanity Fair donde acertadamente se pone énfasis en el fenómeno Barbie como fuente de contradicciones. Su filosofía, la de cuidar de sí misma dándose caprichos es también una apología salvaje del consumismo: Barbie no hace cosas, se las compra. Tal y como se explica en el artículo, «lo que ha llevado a Barbie a triunfar en todo lo que se ha propuesto no es su cerebro sino su belleza; Barbie lleva 60 años cayendo de pie a pesar de las críticas, pero quizá esos piececitos de puntillas no puedan soportar la presión mucho más tiempo». Con sus luces y sus sombras, el imperio Barbie ha sumado un punto importante a su compromiso histórico con la sociedad. Un homenaje a la labor de las científicas y sanitarias como muro de contención frente a una pandemia que no respetó clases sociales ni jerarquías. Con todo, ya tenemos la Barbie Sarah Gilbert, creadora de la vacuna contra el Covid-19, además de una colección de enfermeras y médicas que hicieron frente a la crisis sanitaria. En 2020 Gilbert se convirtió en una celebridad de la ciencia tras liderar el equipo de la Universidad de Oxford que se asoció con la multinacional farmacéutica británico-sueca AstraZeneca en la carrera para desarrollar la vacuna contra el coronavirus. Entre las homenajeadas están la enfermera de urgencias Amy O’Sullivan, que trató al primer paciente con Covid-19 en el Hospital Wycoff de Brooklyn en Nueva York, y Audrey Cruz, médica de la primera línea en Las Vegas que luchó contra la discriminación. Sin duda un magnífico ejemplo para que las niñas y niños sean conscientes del valor de la ciencia para el progreso de la humanidad y, sobre todo, para hacernos personas más comprometidas. La irrupción de la pandemia ha puesto de relieve el papel crucial de las mujeres científicas e investigadoras en los diferentes frentes de la lucha contra la Covid-19. Y es aquí donde España se presenta como uno de los países con mayor presencia de las mujeres en el ámbito científico. Según los últimos datos de Eurostat, nuestro país es el tercero de la UE-27 con un mayor número de mujeres científicas, y el quinto con una mayor paridad entre mujeres y hombres que trabajan en la ciencia y la ingeniería. Un motivo de orgullo para seguir trabajando en esta línea que tan buenos resultados nos está dando. Y sí, con estas Barbies perdió la superficialidad.

@luisfeblesc