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Pesimismo

En ocasiones, mientras la gente va y viene, trabaja, habla con los amigos o se rasca la barriga, se reúnen setenta personas que se supone que les representan. Son los diputados que entretienen su tiempo en aprobar leyes, cobrar dietas y ponerse a parir los unos a los otros y los otros a los unos.

Las reuniones del Parlamento de Canarias son tan discretas, socialmente hablando, como las de una logia masónica. No porque ellos quieran, sino porque la gente pasa de escucharles. Y menos mal, porque no fuera así y les prestaran atención igual algún día tendríamos una desgracia.

En el pleno de esta semana pasada, Coalición Canaria consiguió una interesante plusmarca. Normalmente es el Gobierno el que recibe las críticas, porque es el que tiene la sartén por el mango y el que más mete la pata. Pero los nacionalistas quieren llamar tanto la atención que son capaces de hacer el ridículo hasta en la oposición. Que ya es difícil con el gafe que tiene este gobierno de las desgracias.

Un diputado grancanario, Pablo Rodríguez, no acudió al pleno y en vez de tomar el testigo otro compañero o compañera o compañere del grupo parlamentario, los nacionalistas decidieron que las preguntas al gobierno se las llevara el viento. Y mejor, porque aparentemente tenían el ‘día Morata’. Hasta un diputado con más horas de vuelo que Iberia, José Miguel Barragán, se equivocó de tema en una intervención, que confundió con otra. Lo bueno es que como allí dentro nadie le hace caso a nadie, casi estuvo a punto de pasar desapercibido. Pero un ujier esquirol despertó al presidente y se chivó del error.

Para que los nacionalistas de Coalición no se cogieran todo el protagonismo, el Parlamento decidió, solidariamente, hacer también el ridículo. Los diputados acordaron, por unanimidad, pedirle al Gobierno que proceda a desmantelar las dos centrales térmicas de Tenerife y Gran Canaria, que son altamente contaminantes porque casualmente sus señorías los diputados decidieron que no funcionen con gas. Por el humo se sabe donde está el fuego y a veces también el lobby petrolero.

Que la petición sea imposible de cumplir es lo de menos. Los diputados canarios creen de verdad que el sistema puede funcionar enteramente con energías renovables. Y además en los Reyes Magos y en los renos de Papá Noel. Mantener la tensión de una red de distribución es un asunto muy complejo que cualquier ingeniero les podría explicar, muy humildemente, a los energéticos diputados canarios. Pensar que se puede prescindir a corto plazo de las dos centrales, que son las que más rápidamente responden a los picos de consumo en las dos grandes islas, es una enternecedora muestra de candidez; que es una virtud sospechosamente parecida, a veces, a la ignorancia.

Los bueyes no se pueden poner antes que la carreta. En el ejército de estos nuevos y ardientes defensores del medio ambiente a nadie se le ocurrió plantear un pequeño detalle: que si no se ejecutan los proyectos de centrales hidroeléctricas reversibles en las dos grandes islas no tendremos pilas en las que almacenar las energías conseguidas de fuentes renovables. O lo que es lo mismo, si no tenemos donde almacenar la energía nos seguiremos comiendo el humo de las centrales hasta el día del juicio final. Gran Canaria ya tiene en marcha Chira-Soria. Tenerife sigue roncando plácidamente en su feliz siesta de irrelevante segundona.

Esas centrales son tan contaminantes porque siguen quemando fueles de bajísima calidad, en vez de gas. Y eso lo decidieron esos mismos diputados que están pidiendo su cabeza humeante. La realidad es que no se pueden desmantelar. Ni ahora ni hasta hasta dentro de mucho tiempo. Pero la realidad siempre ha sido menos importante que los sueños.

La decisión unánime del Parlamento es un brindis al sol. Otro más. Un concurso para ver quién es más moderno. Una carrera de codazos para salir bonito en la foto. Eso.

Canarias adoptará mañana un solemne acuerdo parlamentario en defensa de la Ley del REF. Que lo graben en mármol, para que en el Ministerio de Hacienda lo usen de pisapapeles. Los socialistas canarios han dado un volantazo —aún se escucha el ruido del derrape— porque estaban metiéndose en un lugar muy peligroso. Apoyarán la defensa de los fueros canarios después de haber dicho no se sabe qué en defensa de no se sabe quién. Los que gobiernan están intentando mantener el tipo pero crece la sensación de que vamos de desastre en desastre. Después de todas las calamidades, Reino Unido no nos ha considerado —con razón— un destino seguro para este verano. A la chita callando, Baleares nos ha metido un antológico tortazo de imagen y reputación. Y sin gastarse ni un duro en campañas de publicidad perfectamente inútiles. ¿Nadie se dio cuenta hace un mes que el crecimiento de las cifras de contagio en Tenerife no solo era un problema sanitario? ¿Nadie pensó que podría costarnos el turismo de verano? Aquí no parecemos enterarnos de nada hasta que ya es tarde. Los precios de los billetes con las islas se han disparado, igual que el costo de los combustibles y la energía, lo que nos empobrece más aún. Las ayudas a las pequeñas empresas y autónomos no terminan de llegar. Y cada día más y más familias desembarcan en un territorio de dificultades que jamás habían conocido. No hay trabajo para la gente joven, ni para los mayores que perdieron el que tenían. Llega un momento en que todos los discursos suenan huecos y todas las palabras falsas. Y estamos aterrizando en él.

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