El Rey es responsable de autorizar indultos en España, como establece el artículo 62 de la Constitución. Esta medida de gracia, regulada en una vetusta Ley de 18 de junio de 1870, puede ser solicitada por cualquier persona, incluso a través de internet, requiere deliberación del Consejo de Ministros y tramitación previa por parte del Ministerio de Justicia para su posterior aprobación por Real Decreto. En el expediente ha de figurar un informe detallado del tribunal sentenciador, con carácter no vinculante, que ha de pronunciarse sobre aspectos como las circunstancias que rodearon la comisión del delito o el arrepentimiento del penado.

Los artífices de la insurrección y posterior declaración efímera y unilateral de independencia de Cataluña, hoy cumpliendo unas muy flexibilizadas condenas, podrían unirse a otros “insignes” indultados como Armada, Barrionuevo y Vera. Indultar a los actores del 1-O avala tácitamente al nacionalismo en su proverbial intento de implantar entre la ciudadanía la certeza de que los españoles estamos en permanente deuda con ellos: Rebelarse contra ese supuesto yugo opresor, para ser regados luego con privilegios de toda índole. No consta que los gestos hacia el soberanismo excluyente hayan tenido otra respuesta que aportar periodos de tensa calma.

Para una vez que el Estado se decidió a aplicar las medidas correctoras que procedían ante una seria tentativa de desconexión, con los titulares del monopolio de la fuerza desprestigiados y acusados de violentos represores al dictado de esa España que nos roba, llega Pedro Sánchez y manda parar. Edulcorando sus intenciones de amarrarse al sillón a toda costa, el presidente se desdice de aquel rechazo del que alardea afectadísimo en época electoral, y se muestra favorable a los indultos porque “hay un tiempo para el castigo y otro para la concordia”. Manda parar y dar marcha atrás a la defensa del ordenamiento constitucional, despreciar la acción de la Justicia y volver a arrodillar a la nación que juró defender ante las apetencias de quienes alientan su división. Gloria para los autores de la revuelta, con quienes ya pactó para llegar al poder: En cuestión de días, Oriol Junqueras, condenado por sedición y malversación, es asimilado en la televisión pública con el mismísimo Nelson Mandela. Acabáramos: El mayor segregador que ha conocido Europa este siglo, elevado a los mismos tronos que un defensor de la concordia. El líder de ERC, que en 2019 se pavoneaba “orgulloso” de estar encarcelado y afirmaba que “el indulto se lo pueden meter por donde les quepa”, hoy, displicente, dice renegar por carta de la vía unilateral y apuesta por el acuerdo y, ojo, el referéndum. Otra vez mentando la bicha. El Gobierno se ha apresurado a negar la mayor, pero retoma la pedagogía en la misma línea sanchista: Pregunto por independentistas y respondo que vacunas.

Los posibles indultados, claro, hablan de alivio del conflicto, pero no de renuncia a la secesión, que el texto de Junqueras dice que “La independencia es la mejor herramienta para ayudar a la gente de este país”. Por cierto, como fue el tribunal juzgador de los insurrectos, el Supremo ha tenido que emitir el informe del que hablábamos: Los indultos se rechazan por no apreciarse razones de justicia, equidad y utilidad pública, por ser proporcionales las penas a la gravedad de los hechos por que fueron condenados, porque la propia administración penitenciaria ha obstaculizado el cumplimiento de penas, y porque no hay prueba alguna de arrepentimiento. Como la Abogacía del Estado y el Ministerio Fiscal, se opone a una medida que solo sirve para salvar nuevamente a Sánchez, y lanzar un globo sonda más que nos mantenga entretenidos respecto a lo que sí se está haciendo delante de nuestras narices: Subirnos la factura de la luz. Y recomendarnos poner la lavadora a las dos de la mañana.

Sería la paradoja de nuestro sistema: El Rey, garante de la unidad de España, firma los indultos de quienes anhelan dividirla, mientras el Gobierno lava sus imágenes, seguro, de madrugada.