Uno de los más destacados príncipes de la Iglesia, el arzobispo de Múnich y ex presidente de la Conferencia Episcopal alemana, Reinhard Marx, ha presentado al Papa su dimisión.

El cardenal Marx ha escrito a Francisco una carta en la que afirma que la Iglesia católica “ha llegado a un punto muerto”, del que dice, sin embargo, que podría –ésa es al menos su esperanza– convertirse en “un punto de inflexión”.

Alude el cardenal al encubrimiento durante muchos años por la Iglesia católica de los abusos sexuales de menores y de la falta de asunción de “corresponsabilidad” de la institución por lo ocurrido.

No es, sin embargo, la primera vez que el arzobispo de Múnich expresa su decepción por ese escándalo, uno de los motivos, aunque no el único –está también el de la discriminación de la mujer– por los que cada vez más fieles abandonan oficialmente la Iglesia católica alemana.

Ya en septiembre de 2018, según recuerda el diario Frankfurter Allgemeine Zeitung, en una reunión de la Conferencia Episcopal celebrada en Fulda, Marx afirmó estar “avergonzado” por “las esperanzas traicionadas”, por “los delitos cometidos por miembros de la Iglesia contra otras personas”.

El todavía entonces presidente de la Conferencia Episcopal dijo sentir también “vergüenza” por el hecho de que tantos hubiesen “mirado para otro lado”, no hubiesen “querido tomar conciencia de lo ocurrido y no se hubiesen “preocupado de las víctimas”.

Dos años y medio después, el cardenal Marx parece finalmente dispuesto a asumir su propia responsabilidad en ese escándalo, pues, aunque no lo diga expresamente en el escrito al Papa, su gestión tiene también sus sombras.

Así, según la publicación católica Christ & Welt, en 2006, cuando era obispo de Tréveris, Marx recibió informaciones fidedignas de que uno de los sacerdotes de su diócesis había abusado durante años de menores, pero se abstuvo de tomar medidas.

El propio Marx no niega haberse equivocado entonces, al menos visto desde la perspectiva actual, al no solicitar a la fiscalía pruebas de los presuntos delitos y no ordenar al menos una investigación interna de acuerdo con el derecho canónico.

Las críticas de un grupo de víctimas de esos abusos al anuncio de que el presidente alemán se proponía conceder a Marx la cruz federal del mérito llevó a éste a rechazar tal distinción.

Pese a todas esas sombras, Marx ha dado un paso insólito entre los obispos alemanes: donó medio millón de euros de su fortuna personal para la creación en el seno de la Iglesia de una fundación a favor de las víctimas de esos delitos.

El arzobispado de Múnich contribuye además a financiar un centro de protección de menores en la Universidad Gregoriana de Roma, que había estado antes en la capital bávara.

En su carta de dimisión al Papa, el cardenal Marx señala que las investigaciones de los diez últimos años le han llevado a la conclusión de que no hubo sólo “fallos personales y administrativos”, sino que ha habido “un fracaso sistémico como institución”.

Las discusiones mantenidas últimamente en su seno muestran que “muchos dentro de la Iglesia no aceptan ese elemento de corresponsabilidad y de culpa de la propia institución y se oponen al diálogo” sobre la necesidad de reformas.

Marx ve una posible salida a la crisis actual y es lo que él llama “camino sinodal”, como el que, según dice, el propio papa Francisco ha recomendado y en el que éste hizo expresamente hincapié en su carta a la Iglesia alemana.

Aunque sólo se refiera a los abusos sexuales en su carta al Papa en un llamamiento conjunto con el presidente del comité central de los católicos alemanes, Thomas Sternberg, sobre el “camino sinodal” defendió ya en 2019 la necesidad de reformas en la institución.

Reformas que afectarían al reparto del poder en el seno de la Iglesia, al celibato, al papel en ella de la mujer y a la moral sexual. Un camino todavía muy largo por recorrer y al que muchos se oponen con todas sus fuerzas.