Desde que el presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez, insinuó la posibilidad de indultar a los presos condenados a raíz del simulacro de proceso independentista catalán, la cuestión ha monopolizado el debate político mediático. Todos los partidos –y las facciones internas de los partidos– han tomado posiciones y, entre otras cosas, se ha recordado la larga lista de indultos concedidos por el Régimen del 78 desde que empezó a funcionar. Ahora bien, el indulto no es cosa exclusiva del sistema español ni del presente. Como recordaba el doctor en derecho Ireneo Herrero Bernabé en su tesis dedicada a este tema, el indulto es tan antiguo como el delito y lo han aplicado todo tipo de regímenes desde la noche de los tiempos.

Imágenes de los dos santos. San Isidro y San Galderic.

En el famoso Código de Hammurabi, vigente en Babilonia hace casi 4000 años, ya se contemplaba la aplicación del perdón. Durante las épocas antiguas se solía vincular al origen divino del poder y de quien lo ostentaba. Por ejemplo, este era el caso de los faraones egipcios, considerados una especie de dioses por sus súbditos. Se sabe que Ramsés II (siglo XIII aC) indultó algunos condenados por su padre, Seti I.

La larga historia del indulto

Los Treinta Tiranos

En la Grecia antigua, en cambio, la cuestión se dirimía de forma asamblearia. De aquella época es especialmente destacable el caso de Trasíbulo de Atenas, promotor de una ley para perdonar el grupo de oligarcas conocido como los Treinta Tiranos. Estos dirigentes aplicaron una dura represión contra los opositores cuando estaban en el gobierno. Al ser derrocados se reinstauró la democracia y para evitar que la venganza acabara con un baño de sangre, Trasíbulo (siglo V aC) defendió el indulto de los tiranos. Gracias a ese gesto, el ateniense se convirtió en un referente para los griegos y su ejemplo aún es recordado.

El indulto ilustra cómo las sociedades se han relacionado con las leyes y el poder. El caso romano es paradigmático porque, si bien durante la etapa republicana era aplicado solo con matices, una vez comenzó el Imperio, fue una prerrogativa del emperador, que lo podía conceder tanto antes como después del juicio. Además, se contemplaban diferentes grados de perdón. Durante la edad media la cosa se complicó porque el Gobierno y la justicia estaban muy fraccionados entre diferentes instituciones, tanto civiles como religiosas. Además, el indulto se podía conceder por razones fortuitas y poco fundamentadas jurídicamente. Básicamente quien tenía la potestad de perdonar lo podía hacer o no. Cabe decir que había algunas limitaciones. No estaba permitido el perdón en los casos de traición ni tampoco se concedía el indulto total en condenados por daños a terceros.

Aquel funcionamiento era similar en la mayoría de las monarquías europeas y su influencia llega a nuestros días. En el Reino Unido continúa existiendo el

Royal Pardon, que además se extiende a los territorios donde Isabel II es jefa de estado: Australia, Nueva Zelanda y Canadá. Cabe decir, sin embargo, que se delega en los Gobiernos.

La esencia del indulto monárquico también se percibe en grandes repúblicas. En Francia, la constitución de 1958 reconocía el indulto como una de las prerrogativas del presidente, imitando la potestad que tenían los monarcas de antes de 1789. Es interesante remarcar que durante la Revolución Francesa fue abolido porque se consideraba una interferencia en la separación de poderes. Significativamente los indultos volvieron con Napoleón.

En Estados Unidos, el presidente del país también tiene el poder de indultar condenados por casos de vulneración de las leyes federales mientras que los gobernadores (o comisiones constituidas a tal efecto) lo aplican a la jurisdicción de cada estado. Esta jerarquía también existe en Suiza pero con la diferencia que no es trabajo de ningún presidente sino del parlamento federal y de las asambleas cantonales, en función del tipo de crimen .

Casi todos los países del mundo reconocen la potestad de indultar por parte de quien ostenta el poder y da igual si es monarca o presidente de república. En el fondo no deja ser un recordatorio de quien manda, porque no hay poder más grande que decidir sobre la libertad de los demás.