Al fin hemos llegado al cabo de la calle. El ejercicio de la ley, ha dicho Pedro Sánchez, no puede ser la venganza. O lo que es lo mismo, los políticos catalanes que convocaron, facilitaron, financiaron y ejecutaron el referéndum ilegal del 1 de Octubre de 2017 no cometieron, en la opinión mutante del presidente, ningún delito.

Va a ser que muchos coincidimos con él. No creo que los políticos catalanes que hoy están en el talego sean unos delincuentes por el hecho de luchar por la independencia de su pueblo. Y no creo que sea delito desear que tu tierra se separe de ese Estado delicuescente, ruinoso y decadente que es hoy España. Claro que también creo que el fisco es insaciable y que si pudiera no les pagaría ni un euro a estos crápulas.

Pero lo que yo crea es irrelevante. La evasión fiscal está perseguida, lo mismo que la sedición y la malversación de caudales públicos por los que fueron condenados los héroes de Cataluña. Porque no es cierto que se les haya condenado por luchar por la libertad de su pueblo. Se les juzgó por convocar un acto expresamente prohibido y por celebrarlo usando recursos públicos.

Es muy sencillo. Si quieren cambiar las reglas del juego, que cambien el Código Penal. Pero tiene muy poquito sentido que las leyes sean una puñetera conveniencia al servicio de las coyunturas y los caraduras. En nuestro país se han producido indultos bochornosos que ni siquiera son de dominio público. Hasta tal punto llegó la desvergüenza que los partidos del turnismo, el PP y el PSOE, llegaron al acuerdo de reducir el número de indultos y dejar de utilizarlos para liberar “a los suyos”.

¿Se indultará a todos los políticos condenados por malversación o solo a los catalanes? La pregunta es inquietante. Y hay alguna más. ¿No es todo esto el reconocimiento expreso de que el Estado español ha actuado por venganza desde el principio? Es decir, que los españoles han encarcelado de forma arbitraria e injusta a unas personas que lucharon con medios pacíficos y democráticos por la independencia de su país. Que sí eran presos políticos y no políticos presos.

Los Estados se crearon por la fuerza y se mantienen la fuerza. Es lo que hay. El orden se sostienen en las leyes y en la coacción. Si no fuera así, el Norte de Italia habría mandado al Sur a tomar viento fresco. Los corsos a los franceses. Los escoceses a los ingleses. Quebec al Canadá. Y los vascos al resto del mundo.

Hace ya bastante tiempo que Cataluña ganó la guerra, aunque haya perdido la primera batalla. La idea de España solo brilló con ‘la roja’ y fue apenas un chispazo efímero. En este país los únicos que se ponen de acuerdo son las derechas y las izquierdas independentistas, aliadas en el País Vasco y en Cataluña. Puigdemont, como Tarradellas, dirá “ya soc aquí” a su triunfal regreso. Los indultos ya están al fuego. Vayan sirviendo la mesa. Y el último que apague la luz.

EL RECORTE

Un fallo en la estrategia

La estrategia es un conjunto de reglas que buscan una decisión óptima en cada momento. Supone establecer un objetivo y, por tanto, los medios o instrumentos para conseguirlo. El Gobierno de España determinó una estrategia de vacunación para este país que consistía en lograr la inmunidad de una gran mayoría de la población. Y decidió -con muy buen tino- empezar por las personas mayores, que eran las más vulnerables al coronavirus. Pero el suministro de vacunas garantizado por la Unión Europea falló estrepitosamente y nos hemos quedado con un pie en el aire. Y ahora nos enfrentamos a una situación muy complicada: este verano se espera la llegada de millones de turistas a destinos como Baleares o Canarias, dos archipiélagos cuya vida económica depende del turismo, lo que comportará un enorme riesgo de contagio para las miles de personas que trabajan en el sector de la hostelería, la restauración y el ocio turístico que, por edad y profesión, no han sido incluidos entre los grupos prioritarios a inmunizar. ¿Nadie previó que si volvía el turismo tendríamos que proteger al colectivo laboral más expuesto a los contagios? Aceptando que todos los que van a venir estén inmunizados -que es mucho aceptar- eso no impide que alguno sea portador del virus. La mejor manera de evitarnos disgustos es que nuestra propia gente esté inmunizada. A estas alturas deberíamos estar vacunando como locos a todos los trabajadores del turismo. Por ellos, por supuesto. Y por la cuenta que nos corre a todos a efectos de la imagen exterior de nuestro turismo. Esa, por ejemplo, sería una estrategia. Si la tuviéramos.