Con Sánchez el déficit se ha disparado como jamás había ocurrido en la historia de la democracia: Felipe González supo contener el déficit hasta el mismo final de su cuarto mandato, y luego Aznar lo redujo, consiguiendo que se mantuviera a cero durante su segunda legislatura. Con Zapatero crecieron mucho los gastos en su primera etapa, pero crecieron aún más los ingresos. Fue la época en la que el milagro español parecía posible. Pero la ilusión del superávit se desvaneció en la segunda legislatura de Zapatero, cuando llegó la crisis económica y los ingresos se desplomaron, mientras los gastos seguían creciendo. El déficit, por supuesto, se disparó. Llegó entonces Rajoy y logró estabilizar la situación, pero lo hizo aumentando los impuestos. Es cierto que también logró contener el gasto, pero siempre por encima de los ingresos. Desde el inicio de su segunda legislatura -2015- hasta su retirada del Gobierno, Rajoy mantuvo el déficit alrededor de unos 14.000 millones de euros por año. Fue muy criticado por la izquierda por su política de recortes, pero lo cierto es que siguió gastando como lo había hecho Zapatero y fue incapaz de sanear la economía. Lo que hizo fue subir los impuestos, después de haber vendido en su programa electoral que iba a bajarlos. Pero los subió, y además por encima de lo que pretendía Izquierda Unida, que ya tiene miga eso. Ahora, con Sánchez, el déficit del país asciende ya al 11 por ciento del PIB. La pandemia ha destrozado las cuentas y disparado la deuda de las administraciones públicas en enero de 2021 hasta 1,314 billones de euros, un crecimiento del diez por ciento sobre el año anterior. La deuda pública se sitúa ya en el 117 por ciento del PIB. Y la relación entre deuda y PIB es la más alta desde 1902.

Es en ese contexto en el que el Gobierno Sánchez tiene que garantizar a la Unión Europea la recuperación del equilibrio fiscal en España, condición necesaria para que los fondos comunitarios anunciados -el maná de los 140.000 millones- llegue a nuestro país. Ese compromiso se incorpora a los 2.000 folios (un cuarto de metro de altura de papel apilado- del Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia que se envió el pasado fin de semana a la Comisión Europea, jurando en todos los idiomas conocidos que España reducirá su déficit y reconducirá su astronómica deuda.

¿Y cómo se hace eso? Pues cobrando más y gastando menos. El Gobierno nos contará un montón de milongas, pero la única manera de cobrar más es subiendo los impuestos, cargándose las exenciones fiscales y apretando aún más las tuercas a la gente que paga, básicamente a quienes tienen una nómina. Todo eso, además de aumentar el IVA (IGIC en Canarias) y crear impuestos nuevos, verdes, azules, al transporte aéreo o el canto de folías. La reforma fiscal que se avecina va a ser morrocotuda. Pero eso no resuelve el problema, también hace falta gastar menos. Y la mejor manera de gastar menos es ahorrando en las pensiones, retrasando en la edad de jubilación, aumentando la penalización por jubilación anticipada, ampliando el número de años que cuentan para la jubilación, y haciendo que los autónomos paguen a la Seguridad Social en función de sus ingresos. Son medidas contempladas en el Plan presentado a Bruselas, de las que la mayoría comenzarán a entrar en vigor en 2023. O sea: primero gastarse los que mandan y a manos llenas la pasta europea, antes de las elecciones. Y después de las elecciones devolverla, con el sacrificio de todos.