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Gentes y asuntos

Luis Ortega

Negacionismo

En estos tiempos de miedo y humo, cuando una alta cuota de la información sensible –la que toca a nuestra salud, nuestra economía, nuestra vida– se ve trufada por intereses espurios, nos vemos obligados por espíritu democrático a escuchar y respetar, contra nuestra visión y nuestro estómago, a líderes que añoran y aplauden regímenes abominables; a creacionistas que achican los rigores tridentinos; a terraplanistas impúdicos que sermonean con su ignorancia y a cínicos vividores que, conociendo las bases de la historia y la ciencia, las niegan por rentabilidad personal y, acaso, porque reconocen que no tendrían sitio ni protagonismo en los espacios y las ideologías que critican.

El Covid 19 no sólo descubrió la vulnerabilidad de los estados para enfrentar un problema de dimensiones desconocidas, y la desvergüenza de mandatarios empeñados en ignorar y ocultar la gravedad de la situación –ejemplo palmario es el brasileño Bolsonaro– sino también la lamentable ineficacia y debilidad de la Unión Europea como interlocutora de las farmacéuticas en la provisión de las deseadas vacunas. Como adenda impresentable de las dejaciones públicas, criticamos también que un problema de esta magnitud, con tantos muertos y tantas personas en riesgo, se haya convertido en un indecente debate de campaña electoral.

Para colmo de males, la crisis dio alas a los negacionismos que vetan y atacan cerril y, siempre, perversamente la realidad para eludir o, al menos intentarlo, las verdades incómodas. Entre el ruido y las falsas noticias, proliferan cenizos profesionales, herederos de las vergüenzas y afrentas del pasado, paladines de cartón piedra y patriotas de ajado atrezzo; y, para colmo de males, personajes populares sin espejo ni recato que, para colmo de males y desde la ignorancia más supina, pontifican sobre la conspiración planetaria que creó el virus de marras. Victoria Abril y Miguel Bosé, reconocidos faros de la cultura y la ciencia, con el beneplácito de los medios que priorizan la audiencia sobre la información veraz, se soltaron sus rollos patateros, sin fuste, orden ni concierto y se erigieron como poco profetas en la crisis y como la solución a nuestros problemas y cuitas. En el mismo bando, los ultras y los ídolos caídos animan un cotarro triste que si no tuviera detrás tanta muerte y truina daría unas risas. Ahora meten confusión interesada y se promocionan, a costa de lo que sea, porque las carreras de Victoria Abril, la azafata de Un, dos, tres, y Miguel Bosé, el efebo que nunca cantó ya sexagenario, se niegan a retirarse con discreción y dignidad y hay sagaces empresarios que aprovechan las paridas agónicas de las estrellitas en caída libre.

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