¿Hace falta un debate para saber el estado de Canarias? Es como si el capitán del Titanic hubiese convocado a toda la tripulación para discutir si el barco se estaba hundiendo, mientras el agua les llegaba a los tobillos. Igual tampoco era muy necesario.

Con más de doscientos ochenta mil parados oficiales, noventa mil trabajadores congelados en los Erte, con la pérdida el año pasado de cincuenta mil activos, con el cierre de miles de pequeñas empresas y una caída del PIB de más de 20 puntos no hace falta ser un lince para darse cuenta de que vamos con la proa hacia el marisco.

Durante muchos años Canarias ha generado una enorme riqueza. Y es verdad, como dicen algunos, que no se repartió equitativamente. Nunca ocurre así. Los que arriesgaron su capital en inversiones; en hoteles, parques de ocio, restaurantes, centros comerciales, tiendas… Toda esa gente que emprendió, ganó muchísimo dinero. Y las grandes cadenas alimentarias. Y las hoteleras. Y los bancos.

¿Quieres ganar mucho dinero? Monta un negocio. Porque con un sueldo no hay nadie que se haga rico. Y ahí llegamos al asunto: los salarios de Canarias han sido extremadamente bajos. Espantosamente bajos. Eso no significa que seamos peores profesionales que en otros lugares de España, que no lo somos. Se explica porque el empleo se creaba en el sector servicios y porque hemos tenido siempre un exceso en la oferta de mano de obra disponible.

A pesar de tener un paro que nos salía por las orejas, seguíamos importando mano de obra foránea. ¿Por qué? Primero era que no sabíamos idiomas. Después, que somos tan vagos que no queremos movernos. Siempre una excusa. Y cada año entraban miles de nuevos residentes que venían a trabajar en el sector servicios, dispuestos a cobrar el salario que fuera y echar las horas de trabajo que hicieran falta para mantener a sus familias.

¿Y cómo te vas a meter con eso? Los canarios también fuimos emigrantes. No se puede alentar la xenofobia laboral. Así que los sindicatos calladitos, dedicados al sector público que es lo único que parece interesarles.Y las empresas contratando con salarios muy baratos que aumentan los márgenes de beneficio y mejorar la productividad. Y así resulta que un político hoy puede subir al barco que se hunde y decir “es que el PIB per cápita de Canarias no hizo más que bajar cuando la economía estaba creciendo”. Sí alma de cántaro. Volvamos a la escuela. Si dos niños se reparten dos manzanas comen más que si veinte niños se reparten quince manzanas. Pero quince manzanas son muchas más.

El PIB de Canarias (o sea, la riqueza que producimos) pasó de 25 mil millones en el año 2000 a 47 mil millones en el año 2019. O sea, un pelotazo. Pero al mismo tiempo en ese periodo la población pasó de un millón seiscientos mil a dos millones doscientos mil. Más manzanas pero más bocas.

La renta predistributiva (básicamente los salarios) nunca han funcionado bien en las islas. Las políticas redistribuidas han vivido épocas felices con los fondos europeos de desarrollo y las políticas de Estado, que nos conectaron a una manguera de dinero. Pero las Islas Canarias han crecido demasiado. Y se ha despertado su voracidad fiscal. Porque la tendencia de cualquier administración pública es a engordar hasta el infinito y más allá.

Aquel paraíso fiscal de los puertos francos, con una cultura de libertades comerciales y exenciones al consumo y bla, bla, bla, no ha hecho más, en los tiempos de autonomía, que clavarnos impuestos por todas partes, como un muñeco de vudú. Han inventado nuevas figuras fiscales, en vez de eliminar los existentes, porque había que alimentar a la maquinaria propia de los servicios públicos del estado del bienestar. Ya vamos por los setenta mil empleados en la nómina de la Comunidad Autónoma, sin contar con los estatales y los de la administración local, que son otro tanto. El costo de la vida en las islas se ha disparado. Y si no fuera por las ayudas de Estado que recibimos por vía intravenosa nos estaríamos comiendo los mocos.

Así y todo, con 283 mil parados, 90 mil Ertes, 300 mil pensionistas y 140 salarios públicos en Canarias hay más de 800 mil personas recibiendo dinero de las arcas públicas —afortunadamente para nuestros bolsillos autonómicos, la mayor parte lo costea la Administración Central— y apenas medio millón de trabajadores activos en el sector privado. Y si la crisis del turismo nos ha pegado una bofetada de realidad, para comprobar lo frágil que es todo, analizar las cifras anteriores debería darnos una angina de pecho.

De todo estos asuntos no se habló en el Debate sobre el Estado de Canarias esta semana. Porque cuando las gélidas aguas de la miseria te suben por las canillas, lo más importante es discutir sobre la inmortalidad del cangrejo. Los mil cien millones que van a llegar a Canarias tal vez ayuden a sobrevivir a muchas empresas que están ahogándose ahora mismo. Pero son los peces, no la caña. Cuando nos los gastemos, seguiremos en el mismo sitio.