Dice el tango que veinte años no es nada, y puede que sea cierto. Pero 40 años –que son solo el doble de 20– es una vida entera. Lancelot, la cabecera histórica de Lanzarote, cumplió ayer 40 años de existencia, casi como única superviviente de la prensa de isla menor, con vocación netamente comercial, con solvencia profesional y con una decidida renuncia a la práctica de la extorsión mediática y el chalaneo con el poder político o económico de turno, que caracteriza hoy a tantos medios. Lancelot, el viejo y querido periódico de César Manrique, Leandro Perdomo y Agustín de la Hoz, remozado en web diaria y revista digital mensual, es el periódico decano y el ejemplo de todos los proyectos de comunicación de las islas menores, además de la cabecera matriz de un grupo pegado a Lanzarote que ha logrado extenderse y prosperar en otras actividades siempre vinculadas al mundo de la comunicación y sus servicios relacionados.

La apuesta por sobrevivir en un contexto de crisis de lectores y de mercados que afecta también a los más grandes, es muy difícil de ganar. No es preciso recordar aquí los defectos y limitaciones de una oferta informativa en muchos casos con los mismos defectos y limitaciones del territorio insular en el que Lancelot se publica y difunde. Pero lo que sí ha logrado Lancelot es demostrar su vocación de riesgo y su voluntad de servir desde un periodismo independiente en lo político, pero implicado con las realidades y los afanes de la Isla, los intereses de todas sus gentes. Lancelot nació como modesto semanario impreso en dos colores en el año 1981, en una década en la que el paisaje informativo de la isla estaba completamente a oscuras: la prensa local no existía y los periódicos de Gran Canaria –en aquél entonces La Provincia, Diario de Las Palmas y el Eco de Canarias– sólo se ocupaban muy liminarmente de los asuntos de las islas periféricas, centrándose en informaciones de sucesos, alguna anécdota bien traída y muy de vez en cuando reportajes sobre actos o festividades locales. En un par de años desde su fundación, Lancelot acabó convirtiéndose en el periódico de la isla, principal responsable de que Lanzarote fuera la primera isla no capitalina que contara con una opinión pública propia. Muchos creen que esa fue “la aportación más importante en aquellos años del semanario, cabecera de miles de lanzaroteños”. El nacimiento de Lancelot, un periódico creado por un jovencísimo Antonio Coll recién salido de la universidad, y que siguió siendo durante años el principal afán de una familia de periodistas y empresarios de prensa, se produjo precisamente cuando la isla empezaba a transformar su estructura social y su economía, desde la agricultura y la pesca al turismo de masas, un proceso que permitió superar la pobreza y disparar la demografía insular. Lancelot no sólo certificó semana a semana y durante cuatro décadas esa historia de esfuerzos y éxito que nos contaba el Lanzarote de antes de la pandemia. Fue también animador (y a veces, a su pesar, protagonista) de los acontecimientos que narraba.

Felicidades, pues, a los amigos y colegas de Lancelot por su compromiso con el periodismo local, ese periodismo cercano, de aproximación, que es hoy el mejor ejemplo de cómo deben hacerse –con modestia, tesón, interés por los hechos, afecto por lo menudo y decencia personal y profesional– las pequeñas grandes cosas que al final dejan una huella permanente en el mundo de la información.