Mientras en Catalunya hemos estado pendientes de quién ocuparía el Parlamento durante la próxima legislatura, nos llega la noticia del debate sobre los accesorios que pueden y no pueden llevar los representantes en la Cámara de Nueva Zelanda; porque el portavoz del partido maorí, Rawiri Waititi, ha conseguido eliminar la norma que obligaba a utilizar corbata a los diputados (hombres).

Tal y como explicaba esta cabecera, la polémica se produjo porque él prefirió lucir un hei tiki, un tipo de colgante tradicional de la cultura indígena de aquellas islas. Finalmente, el Parlamento neozelandés ha modificado las normas y ahora ya no es necesario vestir corbata a la occidental. Este tema no es menor en un país donde apenas ahora, después de dos siglos de colonialismo, se empieza a prestar atención a la cultura y las tradiciones autóctonas.

Hay que admitir que, desde hace varias décadas, la corbata ya no tiene buena prensa ni siquiera en la Europa que la vio nacer. Y eso que cuando nos la ponemos, nos atamos al cuello parte del pasado del Viejo Continente. La etimología del término permite situar incluso sus orígenes, porque es una palabra prestada del francés (“cravate”) y nacida de la mezcla de “croate” y “Hrvat”, que era el término con el que se referían a esta pieza de ropa en su lengua los primeros que la llevaron: los croatas.

Desde el 1618, y durante más de tres décadas, toda Europa se empezó a tirar los trastos a la cabeza en lo que se conoce como la Guerra de los Treinta Años. Un conflicto que, para explicarlo bien, necesitaríamos bastante más páginas que las que tiene el periódico de hoy. Simplificando mucho se puede decir que fue una mezcla de guerras de religión y de geopolítica. Los príncipes alemanes protestantes (entonces no existía Alemania como la conocemos ahora) se enfrentaron al soberano del Sacro Imperio Romano Germánico, que era católico. Y fruto de esta tensión combinada con casuísticas locales, Europa se convirtió en un avispero: rebeliones en Bohemia y en los Países Bajos; intervenciones militares de Dinamarca y Suecia... Y además, la Francia borbónica entró en conflicto con la España de los Habsburgo. Un choque que perjudicó a Catalunya, porque vio cómo su territorio quedaba dividido en dos partes a raíz del Tratado de los Pirineos de 1659.

Regimiento croata con el uniforme tradicional, incluido el lazo que originó la corbata actual

Este especie de guerra provocaba movimientos de tropas de un lado al otro. Francia, por ejemplo, contrató los servicios de un contingente de mercenarios croatas. Su uniforme se caracterizaba por el hrvat, un pañuelo enrollado alrededor del cuello y anudado de una manera especial, que enamoró a los parisinos y que se puso definitivamente de moda al ser adoptado por Luis XIV. En palabras de ahora, el rey era el influencer que más lo petaba.

Si bien es cierto que durante buena parte del siglo XVIII a la corbata le hacían la competencia otros complementos como los cuellos de muselina plisada, ganó protagonismo poco tiempo antes de la Revolución Francesa. Los años convulsos políticamente también lo fueron para la moda, que no se estabilizó hasta después de Napoleón. Desde entonces el traje masculino comenzará a ser cada vez más discreto, sobre todo influido por el dandismo del británico Beau Brummell. A partir de ese momento la moda inició un constante diálogo entre Londres y París, pero mientras la femenina iba cambiando, la masculina apenas evolucionaba. Una de las pocas cosas que lo hizo fue la corbata, para parecerse más y más a la actual.

Todo esto ocurría cuando el Imperio Británico plantaba la bandera en Nueva Zelanda y los hombres occidentales tenían en la corbata su gran coraza. Y así fue hasta mediados del siglo XX, cuando se desterró del tiempo de ocio para reducirla a ámbitos más oficiales y laborales; y eso que en todo este tiempo la combinación de tamaños y colores no ha dejado de cambiar. Ahora bien, sean estrechas o anchas como bacalao salado, lisas o con estampados de dudoso gusto, que las lleve quien quiera y cuando quiera, y no porque obliguen unas normas anticuadas. Al fin y al cabo la corbata era lo más rompedor que había en Europa hace 400 años.

A la última moda 

Balzac y la corbata. Del mismo modo que ahora encontramos tutoriales en internet sobre cómo aprender a hacer el nudo de la corbata, hace 200 años en Europa se publicaban libros con ese mismo propósito. Uno de los más famosos se publicó en 1827 con el título ‘El arte de ponerse la corbata’ y se atribuye su autoría al famoso escritor francés Honoré de Balzac.