En Marruecos hay alrededor de un 12% de paro. En Canarias ya pasamos del 26% y sin contar los ERTE. Uno pensaría que la emigración laboral se estaría produciendo de aquí para allá. Pero no. Es lo que marca la diferencia de ser un parado en un estado de bienestar como el nuestro: esta democracia social de mercado europea que tanto irrita a algunos. Los pobres de allí vienen aquí con la esperanza de trabajar. Pero aquí no hay trabajo. Entonces intentan irse a cualquier lugar de la Península o de Europa, pero no les dejan. Canarias va a ser su cárcel de piedra y mar. Y derivan de los hoteles con piscina a los centros de internamiento a seis grados, con niebla o aguas residuales. De las pensiones a las tiendas de campaña de loneta. Todo lo que tiene que ver con la emigración en Canarias es una inmensa chapuza, a veces inhumana. Si ya sabían que se iba a producir una nueva ruta hacia las islas, por el blindaje del Estrecho, ¿por qué no prepararon instalaciones dignas para lo que nos iba a venir encima? ¿Es que no aprendieron con lo que pasó en 2006? ¿Cuántas veces tiene que ocurrir para que se despierten? Miles de inmigrantes se desesperan en este limbo insular. Son espaldas mojadas con los pies húmedos de aguas fecales. Ciudadanos libres, pero confinados. Nadie tiene el valor de decirles a la cara que Europa no les quiere y que su sueño va a terminar en cuanto puedan colocarles en un avión y mandarles de regreso a Africa. Eso sí, pasando por la caja registradora de los países que les reciban, a tanto por alma vencida.

No sé lo que entiende Angel Víctor Torres, presidente de Canarias, por “revirarse” ante el Gobierno central. Las dos acepciones que da la Real Academia Canaria de la Lengua –ese pequeño guardián entre el centeno de los tesoros del habla canaria, al que nadie hace ni el menor caso presupuestario– son muy inquietantes. La primera es “escorar o volcar una embarcación” (se nos reviró el bote, y perdimos toda la pesca que traíamos). Pero la segunda acojona mucho más: “desgarrarse el labio del pez enganchado en el anzuelo, a causa del tirón violento del pescador”.

Igual el presidente ha querido hacer una metáfora de Canarias, un barco de dos millones doscientas mil almas, más once mil inmigrantes ilegales, que se está yendo a pique velozmente. O a lo peor nos está diciendo que de tanto tragar los sapos de Madrid se le ha desgarrado hasta el cielo de la boca. Pero en cualquiera de los dos supuestos, parece que estamos llegando a una situación límite. A un punto y aparte en el que “revirarse” signifique lo que en realidad quería decir Torres, es decir, rebelarse, sublevarse, volverse rápidamente contra algo o alguien, que es el sentido que le da la “otra” academia peninsulera y española.

A muchos canarios hace ya bastante tiempo que se les ha revirado el buche por el abandono y la frustración. Porque, sinceramente, da la sensación de que nos toman por el pito del sereno. Pedro Sánchez inauguró el desprecio institucional con la que ha sido, de lejos, la mayor afrenta a las islas: su clamorosa ausencia del acto institucional de celebración del nuevo Estatuto de Autonomía de Canarias. Una patada en el culo al gobierno canario, entonces en manos de los nacionalistas, pero propinada en las nalgas de todo un pueblo. Más recientemente, la sucesión de errores, chapuzas y contradicciones de los ministros españoles encargados del desgobierno de la crisis de los inmigrantes ha sido de tal magnitud que solo cabe pensar en la escasa relevancia que nos dan y en el minúsculo respeto que sienten por los canarios.

En el espacio que ocupa el ombligo político de Pedro Sánchez caben Cataluña y el País Vasco, pero no hay sitio para nadie más. Cualquier otro gobierno europeo, enfrentado al desastre de un archipiélago arruinado, en profunda crisis económica y social, habría tomado medidas excepcionales para ayudar a quienes están padeciendo una situación igualmente excepcional. Los presupuestos del Estado no dedicaron una atención especial a esta tierra. Nadie ha aprobado un plan de rescate del sector turístico canario, que se está deshaciendo como un azucarillo en el cero absoluto. Y el Gobierno canario sigue prometiendo planes y anunciando millones que supuestamente vendrían de Madrid mientras las pequeñas empresas y autónomos siguen cayendo como moscas.

Lo de la emigración, lo de la pobreza, lo de los compromisos que no llegan, el desempleo... Las colas del hambre no hacen más que crecer y la cuenta atrás para el fin de la paciencia de la gente hace tiempo que ha empezado. Igual sí que ha llegado la hora de revirarse.