El pasado 5 de enero nos dejó el Dr. Fernando Montón Álvarez. Fernando, fino neurólogo, nacido en Logroño. Cursó estudios de Medicina en Zaragoza y realizó la especialidad de Neurología en el hospital Marqués de Valdecilla de Cantabria. Recaló como médico adjunto por oposición en el Hospital Universitario Nuestra Señora de la Candelaria a mediados de los años 80.

Mantuvo hasta su muerte una estrecha relación con la Facultad de Medicina de la ULL. Así, en 1990 era profesor asociado de la asignatura de Neurología, dentro del Departamento de Medicina Interna. Posteriormente, desde 1995, fue profesor responsable de dicha asignatura y profesor titular de Universidad por oposición desde el año 2011.

A lo largo de estos años, Fernando desarrolló una muy estimable carrera investigadora, plasmada en más de 40 trabajos en revistas internacionales de reconocido prestigio y en su pertenencia a grupos de investigación en la red española de investigación en servicios de salud en enfermedades crónicas (REDISSESC) y en la Red Española de Investigación Epidemiológica sobre Enfermedades Raras (REPIER), financiadas por el Instituto de Salud Carlos III del Ministerio de Ciencia. Como investigador hizo contribuciones importantes al estudio de la ataxia de Friedreich y de la enfermedad de Charcot-Marie-Tooth.

El doctor Montón desempeñó desde 2006 hasta su muerte la plaza de Jefe del servicio de Neurología del Hospital Señora de la Candelaria y desde ese puesto fue un decidido impulsor del funcionamiento de unidades especializadas para el tratamiento de ictus, esclerosis múltiple, demencias, extrapiramidalidad, neuromuscular, epilepsia, neurogenética y neuropaliativos (fundamentalmente para esclerosis lateral amiotrófica), así como una consulta monográfica de cefaleas y otra de patología del sueño.

Con ser importante este breve esbozo de sus méritos curriculares, Fernando, como profesional y como persona, era mucho más que méritos o números, como bien saben todos aquellos que tuvieron el privilegio de tratarlo. En este sentido, es apropiado recordar aquí las sentidas palabras que su colega, el doctor Gómez Ontañón, también neurólogo, pronunció al finalizar su misa de duelo.

Desde el punto de vista profesional, Fernando era un médico de vocación, un gran estudioso, trabajador incansable, el primero en llegar al hospital. No le recuerdo un solo día de baja en más de 10 años: murió como quien dice con las botas puestas. “No es el hombre onza de oro que a todos guste por igual”, pero como jefe de servicio, y créanme que jefes de servicio he tenido unos cuantos, Fernando era un buen jefe; bueno, un buen jefe, no, un gran jefe. Porque tenía, a mi humilde entender, dos cosas que definen lo que debe ser un buen jefe: era trabajador y era honesto. Y es que el tedio y la falta de rectitud son un matrimonio de lo más horrible. Sin duda alguna los buenos caminantes deberían descansar andando y cuanto más se vive más se aprende, sobre todo si se pone el alma en ello, como lo hacía Fernando.

En lo personal, era hombre de temperamento singularmente equilibrado, lo que le permitió con más o menos fortuna atravesar por las más peligrosas asperezas de la vida, sin dejar entre ellas la menor tira de pellejo. Poseen las gentes del norte, tierras del Ebro, de Fontibre a Logroño, una rudeza de carácter que les imprime apariencia taciturna: quizá la cellisca, las altas montañas, las cumbres, las nevascas, quizá los afilados riscos, los angostos valles, los estrechos desfiladeros. No se dejen engañar por las apariencias, pues estas no ensombrecen el alma noble del hombre del norte. Fernando era fiel reflejo de esa alma de las gentes del norte, y como buen riojano era de los que decía: “venga esa cosa por derecho y sin envoltorios”.

José María Pereda, escritor santanderino, narrador de las costumbres montañesas, decía en su novela ‘Peñas Arriba’: “semilla buena no puede dar nunca malos frutos, pues a la corta o a la larga, y después de haber sembrado así, lo bueno siempre triunfa y sale a flote por encima de todo”; y también decía que “la prosperidad y el agradecimiento de los buenos, te consolaran de la ingratitud de los que no lo son tanto”.

Te has ido querido amigo, mas el ejemplo de tu vida no ha sido en vano, y tu recuerdo nos emplaza a continuar tu labor. Gracias, Fernando.

Manuel Feria Rodríguez

Catedrático de Farmacología de la ULL.