Bananas golpistas

Bananas golpistas

Dice el tópico que la realidad supera la ficción y, viendo el desenlace del final del mandato de Donald Trump, es imposible negar esta evidencia. Hemos escuchado a todo un presidente acusar de fraude electoral al aspirante, hemos asistido a la retransmisión en directo de un asalto tumultuoso al Capitolio y hemos seguido atónitos el despliegue de una cantidad enorme de efectivos de la Guardia Nacional en Washington, como si esperaran un ataque alienígena de esos que salen en las películas.

Origen literario

Para describir esta situación muchos cronistas de Estados Unidos han comparado la actualidad de su país con la de una república bananera. Lo curioso es que el término proviene de la ficción. Eso sí, basada en hechos reales. El concepto surgió de la pluma del escritor William Sidney Porter, conocido como O. Henry.

Nacido en 1862, desde muy joven fue un hombre inquieto, más interesado en las artes que en los negocios. Mala combinación si trabajas en un banco y te ocupas de la contabilidad de la oficina. Como estaba más pendiente de las letras que de los números lo despidieron. Además, sus superiores detectaron irregularidades y le acusaron de desfalco.

Para esquivar la cárcel, huyó a Honduras. Teóricamente su mujer y su hija lo tenían que seguir cuando él estuviera instalado, pero su esposa, enferma de tuberculosis desde que era joven, empeoró. Entonces O. Henry decidió volver para acompañarla en sus últimos momentos de vida. Enseguida fue detenido, juzgado y condenado.

Pasó tres años en prisión, durante los cuales no dejó de escribir, sobre todo cuentos cortos, que eran su especialidad. Una vez liberado, a partir de 1902, publicó un relato semanal en el New York World Sunday Magazine con enorme éxito. Además, en 1904, basándose en su experiencia hondureña, escribió un libro de historias breves titulado Cabbages and Kings. En una de las narraciones, para describir el país lo definía como “aquella pequeña, marítima república bananera”.

Honduras, Guatemala, Panamá, Jamaica y Costa Rica eran estados americanos controlados por El Pulpo, el apodo con el que era conocida la United Fruit Company, una corporación que reinaba en el negocio de la producción y exportación de bananas. Con sus tentáculos se aseguraba de que todo le fuera a favor. Sobornaba a quien conviniera y derribaba cualquier Gobierno que osara plantarle cara. Además, contaba con buenos contactos en Washington y esto hacía que el Gobierno de EEUU siempre apoyara sus acciones.

La historia de la United Fruit y las repúblicas bananeras es muy conocida en Estados Unidos y, ante los hechos ocurridos desde el escrutinio electoral hasta los disturbios en el Capitolio y el blindaje militar de la capital bajo la amenaza de un nuevo intento de asalto por parte de los trumpistas, era inevitable que surgiera la comparación con la infinidad de episodios vividos en América Latina durante el siglo XX.

E incluso más allá, porque United Fruit, rebautizada como Chiquita Brands desde los años 70, ha admitido la financiación de grupos paramilitares de extrema derecha en Colombia entre 1996 y 2004.

Masacre en Colombia

No es nada nuevo. La empresa bananera –presente en el país desde 1899– ya causó, en 1928, la Masacre de las Bananeras, donde una cantidad indeterminada de trabajadores en huelga fueron ametrallados por el Ejército del país. La empresa había amenazado con derribar el Gobierno si no se ponía punto final a la protesta. Nunca se ha sabido a ciencia cierta el número de asesinados. Algunas fuentes hablan de incluso mil.

Estos días, el secretario de Estado Mike Pompeo, uno de los hombres más fieles a Trump, ha utilizado Twitter para combatir la idea de que los hechos ocurridos en Washington eran propios de una república bananera. Tiene gracia que lo diga un hombre que había sido director de la CIA, la agencia de espionaje que más ayudó a United Fruit. Efectivamente, la realidad supera la ficción. Suerte, sin embargo, que la ficción nos da palabras para ayudarnos a describir lo que vivimos.