Hace tres días, el pasado 16, el sacerdote Vincenzo di Gregorio, monseñor en el Duomo de Nápoles, abrió ceremoniosamente la caja fuerte donde se custodia desde la Edad Media la sangre de Jenaro, santo patrón de los napolitanos, sacó la probeta donde se conserva la reliquia del santo y la agitó enérgicamente hasta tres veces, a la espera de que se produjera el prodigio recurrente de que la sangre se licuara, como suele ocurrir cada vez que conviene. Esta vez no sucedió, lo que para los napolitanos es la advertencia de que algo muy gordo va a ocurrir a lo largo de 2021. Los hijos de la segunda Sicilia son muy supersticiosos, y su relación con los caprichosos estados de la sangre de san Jerano es intensa y exigente. Las veces que la sangre no se ha licuado ante los ojos de los feligreses han sido pórtico de grandes catástrofes: no se licuó en diciembre del 1938, y en 1939 vino la Segunda Guerra Mundial. No se licuó en 1972, y en el 73 la ciudad sufrió una terrible epidemia de cólera morbo. Tampoco se licuó en 1980, y al año siguiente el terremoto de Irpina, en la Campania colindante, provocó cerca de tres mil muertos y desaparecidos. Ya dije que los partenopeos son supersticiosos, pero cuando se trata de la sangre de su santo patrón, no les faltan razones.

La cosa es que si hasta San Jerano, que está en el paraíso en comunión con el resto de los Santos, ocupado de asuntos celestiales, sabe ya que 2021 va a ser un año maldito, uno no entiende porque se empeñan aquí abajo en decirnos que va a ser el año de la remontada económica, la recuperación y el regreso a los viejos y felices tiempos. Más probable resulta pensar que después de este año que en materia de salud no nos ha deparado más que disgustos, lo que se avecina va a ser terrible en cuanto a la economía se refiere.

Algunos datos: La caída del PIB español va a ser sencillamente brutal. Sólo en los meses Covid de este año nuestra capacidad de producción de riqueza se ha desplomado casi el doble de lo que perdimos entre 2008 y 2014. Si el PIB se va al garete, la deuda patria se disparará: no sólo porque Sánchez parece desconocer que lo que se pide hay que devolverlo, también porque la deuda se mide en relación al PIB, y al caer el PIB la deuda aumentará. No sería de extrañar que a finales del año próximo la deuda española rondara el 140 por ciento del PIB. Con esos datos, la prima de riesgo acabará por desmadrarse, y tendremos una crisis fiscal y de deuda soberana, que probablemente impida al país sostener su estructura pública, a expensas de una caridad europea que no puede durar eternamente, porque el resto de los países tampoco van a tenerlo fácil: la caída del PIB mundial, va a ser este año la más alta de la que se tiene registro. Eso por lo que se refiere a las finanzas públicas. Las privadas irán aún peor si la pandemia no remite entre el primer y el segundo trimestre. Pero con los datos actuales de producción de vacuna, nada hace presagiar que logremos frenar los contagios hasta el último trimestre del próximo año, y eso si toda sale bien. 2021 se las va a traer.

Hasta el optimista Román Rodríguez se ha dado ya cuenta. En el Parlamento dijo hace unos días que dimitiría si no se alcanzan los ingresos fiscales previstos en el presupuesto 2021. Dos días después se desdijo: explicó en la Ser que sólo son cosas que se dicen en el Parlamento, es de suponer que cuando a uno se le calienta el pico. O quizá fuera que a Fermín Delgado al escucharle vincular su dimisión a la recaudación se le congeló la sangre en las venas. Mismamente, como a un San Jenaro laico.