La crisis de los emigrantes apareció en los titulares de los medios de Madrid. Y comenzó una intensa lluvia de la fauna más florida de la política, que venían a las Islas Canarias como haciendo que hacían algo para solucionar el drama humanitario. Oh, sí. Qué dolor.

Las soluciones no están en la llegada, sino en la salida. Pero había que dar imagen. Autoridades y sus comitiva, con cara circunspecta, visitando a los paupérrimos inmigrantes. Y declaraciones en ruedas de prensa, solemnes como ellas solas, diciendo que se iban a poner soluciones “inmediatas”. O sea, todo lo inmediato que puede ser haber tardado siete meses en enterarse de que estaba pasando algo grave.

A esta buena gente se le abren las carnes de pensar en la cantidad de muertos que yacen en la tumba del mar. Lamentablemente, la mayor cantidad de víctimas se producen en el mar de arena del desierto. Es allí donde se blanquean los huesos de miles de personas estafadas, o asesinadas por la floreciente industria que se ha montado para hacer creer a los pobres que al otro lado del desierto y del mar les espera un paraíso. Ese que han visto por la televisión. Ese que les cuenta un amigo que le contó un familiar que ahora vive y trabaja en una impronunciable ciudad europea.

Mandar a los inmigrantes ilegales a los hoteles turísticos es una barrabasada. Una ocurrencia. La demostración de que la arribada masiva cogió a nuestras autoridades con el trasero al aire. Pero dudo que sea una pieza esencial de eso que denominamos “efecto llamada”. Lo que está llamando a cientos de miles de pobres y desesperados del continente africano es el nivel de vida y de prosperidad que han fabricado las viejas naciones europeas y sus democracias liberales de mercado. Esa es la luz que atrae a tanta gente que huye de experimentos revolucionarios, nacionalistas, marxista leninistas africanistas y otras istas de la misma ralea.

La Unión Europea ha intentado transformar las relaciones con Africa pasando del expolio de sus riquezas a la apuesta por el desarrollo económico y social. Ha invertido millones. Pero la mayor parte de ellos solo han servido para enriquecer a gobernantes corruptos y a empresas europeas que han hecho obras perfectamente inútiles. Lo único que puede cambiar el paisaje africano es la educación y el desarrollo económico de las personas. Y esa tarea, si se produce, llevará muchas décadas.

Lo que España y la UE están haciendo ahora es, simplemente, negociar. Pagar a los gobiernos carceleros para que no dejen salir a su gente. Ceder a las condiciones que esté poniendo Marruecos para no seguir mandando “excedentes” sociales. Los inmigrantes desaparecerán. Los vivos serán devueltos discretamente. Los muertos seguirán callados. La desmemoria caerá sobre esta sociedad, que todo lo metaboliza. Pagaremos un pastón para impedir que los dejen salir. Y problema resuelto. Ya no los veremos. Y lo no se ve y no sale en los titulares... no existe, como todos bien sabemos.