Los hagiógrafos de oficio del Gobierno peninsular han lanzado salvas de ordenanza tras la aprobación de unos Presupuestos Generales del Estado que son como el premio gordo de la lotería para Canarias. Dicen que nos mandan siete mil millones de euros, de los que mil doscientos treinta millones son inversiones. O sea, que ríete tu de los peces de colores. Siete mil millones de Madrid, nueve mil de los presupuestos canarios y cinco mil setecientos del plan “reactiva” Canarias. Veintidós mil millones del ala, el muslo y la pechuga. Nos llevamos todo el pollo.

Naturalmente, es mentira. Una trola. Un cuento chino. Una especie de contabilidad creativa inventada en la política. Cada vez que se aprueban unas cuentas públicas es lo mismo. Muy cansino. Son “los mejores” presupuestos, los haga la derecha, la izquierda o los medio pensionistas. Unas cuentas hechas “para las personas”. Ya te digo: vaya noticia importante. Como si los presupuestos de otros países se hicieran para los cangrejos de río. Y son, además, año tras año, “los más sociales de la historia”. Llegará un día en que serán tan, pero tan sociales, que se repartirán entre los cuarenta y pico millones de ciudadanos del país y que cada uno se busque la vida.

Los redactores de estos presupuestos viven en un mundo que no está en crisis. Por eso suben las nóminas públicas y los gastos corrientes que se comen una buena parte de los 416 mil millones de gastos no financieros de los que la Seguridad Social se traga 175 mil. Ahí es nada. Por cierto, los ingresos por cotizaciones y tasas de la SS no pasan de 126 mil millones. Saquen sus propias conclusiones.

La administración central del Estado cuenta con 236 mil millones, de los que 58 mil millones van a la financiación de los entes territoriales. No me quiero meter en el jardín de hablarles de los ingresos previstos con respecto a los gastos, pero no puedo dejar de avisarles que son un pufo. Las previsiones de ingresos no se van a cumplir. Las estimaciones del crecimiento de la economía y el PIB no se las cree ni el que las hizo. Y si esto no explota es porque el presupuesto estará “dopado” con 26 mil millones provenientes de la caridad europea y porque la deuda pública aguanta, de momento, lo que le echen. Pero les aseguro que todo el dispendio de hoy lo vamos a pagar con sangre, sudor y lágrimas pasado mañana. Cuando la “deuda país” entre en crisis, cuando nos empiecen a subir la prima de riesgo y cuando la hipoteca de España, con una deuda por encima del 150% del PIB, duplique los 31 mil millones que hoy pagamos en intereses. Más de ochenta y cinco millones al día. Más de tres millones y medio cada hora. Y subiendo.

Con abstracción de ese desastre que nos lleva camino del despeñadero, a Canarias van a llegar miles de millones. O sea, como todos los años. Porque el Estado transfiere la financiación —por cierto, infradotada desde hace décadas— para servicios públicos como la Sanidad y la Educación. Y también paga las pensiones contributivas y no contributivas. Y por supuesto, el paro. Y los ERTEs. Pero claro, eso mismo es lo que hace el Estado en Madrid, en Segovia y en Cuenca. No es que seamos especiales. Y si uno suma las transferencias para servicios públicos del Estado que se prestan en Canarias, los más de 300 millones de las pensiones (más de 140 mil millones a nivel nacional) los novecientos o mil millons del paro y los seguramente más de mil en ERTEs (doce mil millones en España, hasta octubre pasado) resulta que salen unos miles de millones de euros. Los que cada año nos mandan para mantener ese quiosco en decadencia que se llama España.

Lo excepcional sería saber cuántos de esos 26 mil millones extraordinarios de Europa van a llegar a las islas. O conocer por qué se rescata al sector del automóvil en nuestro país, con más de 10 mil millones, y solo se mandan 20 millones para el turismo en Canarias.

Es incierto que los presupuestos sean terribles para las islas. No cumplen el REF, pero eso lo han hecho todos. Desde que Canarias dejó de votar diputados nacionalistas que ordeñasen las cuentas se nos ha tratado con un cortés distanciamiento. Ni frío, ni calor. La pasta se la llevan hoy a manos llenas los vascos y los catalanes. Nosotros tenemos las sobras. Nos han mandado las cuatro perras de siempre. Pero lo que necesitábamos es que nos tirasen un salvavidas. Y no lo han hecho.