En la presentación del proyecto presupuestario del Gobierno de Canarias para 2021 el vicepresidente y consejero de Hacienda, Román Rodríguez, habló de unos presupuestos "para una remontada". Para ser más precisos este proyecto presupuestario representa no una estrategia para remontar una situación, sino una carrera para huir de la catástrofe. No son los presupuestos para una remontada, sino los presupuestos para una escapada. Si entre el verano y el otoño del próximo año se está procediendo a la vacunación masiva de la población se habrá superado el momento más agudo y dramático de la crisis, lo que no quiere decir que la recuperación económica sea inmediata y fulminante. Si por cualquier razón no es así lo más probable no es que vivamos una crisis de excepcional dureza sino un desplome de todavía insospechadas consecuencias políticas y sociales.

Rodríguez, que gusta de presentarse como un brillante economista autodidacta, habla de un presupuesto "expansivo y anticíciclo". No tiene mucho que ver con la infausta realidad que estamos viviendo. Unos presupuestos expansivos son aquellos en los que el saldo primario (ingresos menos gastos) es inferior al del año anterior. En el presupuesto diseñado por el equipo de Rodríguez la gran mayoría de los ingresos son transferencias de capital y para nada es indiferente la composición de los ingresos para testar la fortaleza de unas cuentas y aventurar su eficacia. El Gobierno central hace posible que se mantenga la financiación de los sistemas públicos de sanidad y educación y de una panoplia de recursos asistenciales y laborales. Presentar como normal un proyecto presupuestario en el que los ingresos fiscales no representan más del 30% del gasto y la inversión al que se comprometen en un contradiós. Carecen absolutamente de sentido esas parodias keynesianas y es un nuevo empeño en simular una realidad más o menos domesticada que ya no existe en el mundo covid.

Durante algunas semanas, después del verano, el consejero de Hacienda temió seriamente que sería imposible diseñar unos presupuestos para Canarias. Un inacabable suspiro de satisfacción llegó a sus despachos cuando fue evidente que el Gobierno de Pedro Sánchez (y Pablo Iglesias) podía sacar el suyo. Y en realidad todo ha quedado pospuesto. Ni Canarias ni España tienen en marcha cambios y reformas estructurales ni se les espera en el horizonte. El incremento de la inversión estatal -de cuya media Canarias queda muy lejos- es tan considerable que no se podrá ejecutar, en ningún ámbito, por encima del 30%, máxime con las restricciones que en materia de seguridad sanitaria impone la pandemia. Lo principal es aguantar hasta el próximo otoño sin colapsar hospitales ni cerrar colegios y universidades y para eso se ha puesto todo el dinero disponible. No para crear puestos de trabajo, ni transformar el sistema productivo, ni reformar las administraciones públicas, ni repensar las pensiones, que se incrementarán, como el sueldo de los funcionarios, contra todo sentido común: es la base electoral de cualquier amplia mayoría. Ningún esfuerzo, sacrificio, voluntad de cambio ni proyecto de gestión. Una carrera regada con miles de millones contra el virus y su capacidad de supervivencia y contagio.