Mientras se debatía en el Congreso de los Diputados un estado de alarma de seis meses de duración -que la Cámara concedió despatarrada con una Constitución mugrienta bajo el colchón-, se conocía la ristra de bofetadas y desaires que el Gobierno central había dedicado a Canarias en su anteproyecto de presupuestos generales de Estado para 2021. Como no quiero hacerme más mala sangre: no se cumple ni de lejos con los compromisos del REF; partidas, programas e inversiones que figuraban en los presupuestos de 2018 han desaparecido y el incremento de la inversión directa del Estado en las islas se incrementa ridículamente. Si quieren convertir esta región en un problema de Estado, destruyendo su cohesión social y desertizando su economía, alimentando una miseria fulminante y estimulando la desafección al sistema democrático, Pedro Sánchez nos ha dedicado los presupuestos más apropiados. Por ellos circulamos todos los isleños hacia el matadero. Los que voten este presupuesto cometerán un delito de lesa patria.

Por supuesto que esta situación tiene un máximo responsable político, que es Ángel Víctor Torres, presidente del Gobierno autonómico y secretario general del PSOE canario. Pero el culpable inmediato es Román Rodríguez, consejero de Hacienda y Presupuestos, un individuo cuyo crédito político está acabado, un tarambana encorbatado que, lisa y llanamente, decidió no negociar el proyecto presupuestario con el Ministerio de Hacienda. Su antecesora, Rosa Dávila, y su leal viceconsejero, Fermín Delgado, llevaron un documento inicial a una reunión de carácter técnico con el jefe de gabinete de María Jesús Montero. Y hasta ahí. Nueva Canarias incumplió -por designio de Rodríguez- su acuerdo con su socio electoral, CC. Rodríguez, de facto, boicoteó cualquier negociación y no se ha reunido ni una puñetera vez sobre un asunto de vida y muerte para su país con la ministra, con un secretario de Estado, con un director general. Me trae sin cuidado que este sujeto haya sido presidente del Gobierno, gaste un piquito de oro, combine bien sus trajes o mueva sus manitas muy elegantemente. Desde un punto de vista político, ha demostrado una terrible insensatez y una cobardía indigna en la hora más amarga y difícil de Canarias desde la guerra civil. Porque Rodríguez y su equipo pudo y debió exigir una negociación y advertir, hace meses, que sin negociaciones leales y resultados mínimamente satisfactorios abandonaría el Gobierno autónomo y dejaría a Torres en minoría parlamentaria, apoyándose además en Madrid y en Canarias en Coalición.

El mismo Torres, en la tarde de ayer, no sabía qué decir: la estocada le había atravesado la garganta. Finalmente, soltó algo así que las cuentas para Canarias eran insuficientes o incompletas o chiripitifláutica. Pero no hay motivos para preocuparse: las enmiendas lo arreglarán todo. Porque, por supuesto, los independentistas vascos y catalanes se estarán quietecitos para arreglar este casual desaguisado que se ha cometido con Canarias. Ahora mismo dos currantes excepcionales como son Héctor Gómez y Pedro Quevedo están rellenando plátanos flambeados con enmiendas. Ya saben. Un plátano cada día. Por lo menos.