Hay un viejo chiste de un padre al que su hijo le pide cincuenta euros. ¿Treinta euros? Le responde. ¿Para qué quieres veinte euros si con diez euros tienes de sobra? Anda. Toma cinco y déjame tranquilo.

Madrid se ha instalado en el sarcasmo para responder a comunidades, como Canarias, que están pidiendo un esfuerzo extraordinario de financiación que ellos no están dispuestos a hacer, porque bastante tienen con lo que tienen. La portavoz del Gobierno y ministra de Hacienda, la señora Montero, se puso bajo los focos del Senado, carraspeó y con su gracejo andaluz anunció -entre el sonido de címbalos y trompetas- que estas islas van a contar con una financiación de 4.800 millones el próximo año. Y que a ver quién no está contento con esa pasta debajo del brazo.

Lo que pasa es que las palabras de la señora Montero tienen retranca. Si sumamos lo que Canarias recibe por los ERTE, por las transferencias de Sanidad y Educación, por las pensiones, el paro, por la subvención al transporte aéreo o la generación de energía eléctrica en este territorio extrapeninsular, nos situamos en esos 4.800 millones. O sea, que desde el punto de vista del dinero que se manda a las islas las palabras de la ministra son impecables.

Pero el asunto, no pequeño, es que no estamos hablando de eso. Porque “eso” es lo que se manda todos los años en un Estado descentralizado en donde la administración del Estado envía a los territorios los fondos correspondientes para la prestación de los servicios públicos esenciales transferidos. Eso no se puede contar como financiación extraordinaria, salvo que uno tenga muchísima mala leche o una jeta comparable a la puerta de Brandenburgo. Y me temo, desgraciadamente, que estamos en esas.

Montero, como el padre del chiste, le ha contestado a su hijo cuando le pide un dinero extra diciéndole lo que se gasta en su educación, en la parte que le corresponde en la compra de comida y en la wifi de la casa. La respuesta es estrictamente cierta, pero no responde a la pregunta real. Lo que pasa es que la situación de Canarias tiene muy poco que ver con el humor y es difícil encontrarle la gracia a la respuesta de la ministra.

A Canarias no le van a dar 4.800 millones de fondos adicionales. Ni soñando. Porque el gobierno de España no aplicará las mismas reglas que ha aplicado Bruselas. La Unión Europea ha decidido aplicar fondos excepcionales por primera vez en su historia dándole más a los territorios que se encuentran en peor situación, como España. No ha hecho un reparto por población, sino por necesidades. Pero esa política de solidaridad no ha calado a nivel interno. El Gobierno central se llevará la parte del león de los fondos europeos y los repartirá por criterios de oportunidad política en vez de por consideración a las regiones más deprimidas. Esto es lo que hay. Y lo que hubo. Y lo que habrá.

El recorte

No hay quien lo entienda. A mí, que me lo expliquen. Somos la avanzadilla de la lucha contra el cambio climático. La reserva espiritual de Occidente en la pelea contra la contaminación. Nos devanamos los sesos pensando en la salvación de los escarabajos autóctonos y los sebadales estresados. Y luego va y resulta que multan a Endesa por quemar en Canarias un fuel de alta calidad que no está subvencionado, porque la compañía solo está autorizada a comprar un gasoil de medio pelo, de esos que echan una humareda que ennegrece todo lo que toca, como las cocinas de leña de las abuelas de antaño. Más de 358 millones tendrá que devolver la compañía eléctrica por quemar esos fueles de alta calidad. Tócate los pies. Y por el otro lado, en esta isla hemos impedido la construcción de una regasificadora para suministrar gas natural en sustitución del combustible tradicional porque, sostiene Pereira, eso impediría el desarrollo de las renovables. Esto no hay quien lo entienda. Lo que sí se entiende fácil es que Endesa, a la vista de lo visto, va a empezar a quemar el gasoil de baja calidad que el Estado sí está dispuesto a pagar dentro de la subvención a la producción de energía eléctrica en los territorios extrapeninsulares. O sea, que cuando pasemos por Granadilla y veamos un orgulloso penacho de humo negro que invadirá las alturas rumbo a las playas desiertas del cementerio turístico de Sur, que sepamos a quién se lo debemos. Y viva la Pepa.