El ministro de la agenda ocupada, José Luis Escrivá, presentó ayer en la comisión parlamentaria del Pacto de Toledo sus previsiones sobre endeudamiento de la Seguridad Social. Escrivá asumió que se elevará hasta un 55% el déficit de la pandemia, lo que viene a representar un dos por ciento del PIB nacional, frente al 1,3 por ciento del año pasado. Cierto es que ese aumento disparatado del porcentaje de déficit no es sólo consecuencia de aflojar la mano, también es en parte fruto de la caída del PIB. Por eso, el ministro ha apuntado en su agenda lo que él considera una buena noticia: que cuando se recupere la economía, algo que ha fijado para 2023, el déficit -que el ministro considera algo transitorio- rondará solo el uno y medio por ciento del PIB. Por eso, Escrivá defiende endosar a los Presupuestos Generales del Estado lo que él define como "gastos indiscutiblemente impropios". Curioso eufemismo para referirse a los gastos sociales que según no deberían ser financiados por los cotizantes a la Seguridad Social, sino por el conjunto de los contribuyentes españoles. Lo que se plantea es que seamos todos, con todos los impuestos que pagamos, quienes financiemos a partir de ahora las pensiones para "quitar dramatismo a las cuentas".

Lo dramático es que las cuentas de la Seguridad Social no se sostienen, y que para sostenerlas habrá que subir los impuestos. Incluso los de esos jóvenes que logren comenzar a trabajar tras esta crisis, y que no está tan claro que puedan llegar a cobrar pensiones ni remotamente parecidas a las de sus padres y abuelos. Pero eso queda muy lejos, y los políticos han renunciado a trabajar para otro futuro que no sea el suyo propio. Por eso se dedican fundamentalmente a vender presente, que es lo que cuenta en campaña electoral. Nadie piensa en fórmulas para garantizar durante quince o veinte años las pensiones. Se trata de escapar como se pueda esta legislatura y quizá la próxima, y dejarle el muerto a los que vengan. Que en eso se está convirtiendo el arte de gobernar: decir a todo el mundo que sí, e hinchar lo que haga falta el globo del déficit y la deuda. La solución al problema de cómo seguir pagando las pensiones con los recursos de una economía devastada pasaría por buscar mecanismos para complementarlas con aportaciones personales de ahorro, como se hace en muchos de los países europeos, donde todos los jubilados reciben la pensión garantizada del Estado -con pensiones máximas inferiores a las españolas-, que complementan con sus ahorros o su propio plan personal. Es llamativo que este Escrivá de la agenda repleta, que fuera con Rajoy presidente de la Autoridad Fiscal Independiente, haya aprovechado su comparecencia de ayer para anunciar lo que -muy probablemente- puede ser la liquidación de las llamadas pensiones privadas. Ha desvelado su intención de liquidar las bonificaciones fiscales de los planes individuales de pensiones, porque entiende que quienes contratan una pensión individual tienen patrimonio suficiente para afrontar su jubilación, y si la contratan es solo para pagar menos impuestos.

En realidad a este señor las pensiones y los pensionistas se la bufan tanto como los inmigrantes de Arguineguín. Lo que pretende es convertir ahorro en impuestos para pagar ese déficit de la Seguridad Social que ya nos anuncia en un 55% y que en unos años será ingobernable. Y sabe que la mejor forma de domar el déficit es pasar el dinero del bolsillo de los contribuyentes al suyo.