Podríamos hacer la compilación de las famosas mentiras que se han dicho en la historia y que, entre lo cierto y la leyenda, han configurado la historia de la humanidad. Desde aquella mentira que la serpiente le dijo a Eva sobre la bondad de la fruta del árbol prohibido por Dios, hasta la mentira de aquel caballo que le regalaron a los troyanos como signo de reconocimiento y consideración. La historia de la humanidad está lastrada por el rosario de falsedades y mentiras que han producido aquello que narran los libros de historia. Tal vez nos estemos acostumbrando a recibir esos escupitajos de labios de quienes esperamos la verdad como argumento. Miente, que algo quedará...

Ni la ensaladilla rusa es rusa, ni la tortilla francesa viene de Francia. Es lo que ocurre con la cadena de mentiras pronunciadas, consciente o inconscientemente y que van configurando la realidad hasta definirla sobre esas coordenadas. Pero seguimos creyendo que Elvis inventó el rock y que la NASA inventó el velcro. Seguimos creyendo que Julio César dijo en el momento de su muerte "Tú también, Bruto, hijo mío", y que Cervantes era manco. Son mentiras que se han convertido en grandes árboles y que por grandes y robustos, todos nos sentamos tranquilamente debajo de la sombra de sus ramas.

Las mentiras tienen largo recorrido. Y lo debemos saber antes de pronunciar una de ellas. Son como los tiros al aire, que no sabemos dónde va a caer la bala y a quien va a dañar. Y al otro lado de su pólvora está la belleza de la diana de la verdad. La hermosa tarea de buscar la verdad, objeto del corazón humano. La verdad, que es tortuga constante y no liebre loca como la mentira. La verdad de la hormiga y la mentira de la Cigarra. La verdad de Caperucita y la mentira del Lobo Feroz. Así se escriben las historias, contraponiendo lo bello y lo feo, los bueno y lo malo. Hasta que la ceguera social nos conquista el alma hasta el punto de descubrir el poder de la mentira y la irrelevancia de la verdad. Y conquistados, lo mismo da ocho que ochenta y, lo peor, que cada palo aguante su vela.

La mentira se ha convertido en fundamento del marketing y en estrategia electoral. La mentira es capaz de zurcir la boca de los periodistas y de coser las manos de los economistas. Nos convencen de que la mentira es una mera estrategia de protección de la opinión pública para evitar alarmas sociales. Y nos lo creemos. Porque nos hemos acostumbrado a la mentira.

Y si no tenemos cuidado, puede ser que le vayamos cogiendo el gusto a su acidez y terminemos adictos a ella. Porque una mentira se defiende con otras mentiras que vienen en su ayuda para garantizar su apariencia de verdad. Y hoy es para salir del paso y mañana es el paso mismo de una humanidad de plastilina y de papel pintado.

Y esto no va a mejor con los avances tecnológicos. Lo que antes era una mentira Gutenberg, ahora es una veloz mentira digital. Si antes solo alcanzaba a los vecinos del barrio, ahora es ilimitada en su extensión. Y al final no pasa nada. Seguimos haciendo leyendas y convirtiéndolas en historias.

El amor si es amor no miente. Nadie ama si es capaz de mentir. No se miente a quien se ama. El problema de la mentira es la incapacidad para amar: le da alas.

Pon a mi lado una persona que ame la verdad y escribiré tu historia.

(*) Delegado de Cáritas diocesana de Tenerife