Espero que a nadie moleste si digo, en voz bajita, que me esperaba algo así. Nada por aquí, nada por allá, y potoplof, aparece un acuerdo (político) entre el Gobierno de Canarias y los cabildos de Gran Canaria y Tenerife para que los trenes se conviertan en el proyecto estrella que se trasladaría al Gobierno central para que optase a la financiación del Fondo de Reconstrucción de la Unión Europea. ¿Cuándo se ha reunido Sebastián Franquis, consejero de Obras Públicas, con los presidentes de los cabildos? ¿En qué espacio institucional, en qué mesa, merced a qué convocatoria, bajo cuál metodología de trabajo y prioridades socioeconómicas? ¿Y los técnicos de la administración autonómica y los de las corporaciones locales cuándo han intercambiado análisis e informaciones? Son preguntas al parecer triviales, cuando no intrascendentes, porque muchos entusiastas han vibrado de emoción en Tenerife al conocer que la propuesta canaria incluiría el tren hacia el Sur, una obra a la que el PSOE se opone en los años pares y apoya en los años impares, o quizá sea al revés.

Van a solicitarse nada menos que 3.860 millones de euros para los proyectos ferrocarrileros. Cerca del 35% de los recursos financieros de los vigentes presupuestos generales de la Comunidad autónoma. Mucho más que lo presupuestado para el Servicio Canario de Salud, unos 3.100 millones. El único argumento que he podido leer por el momento es que la propuesta de los trenes "se ajusta como anillo al dedo" a los ejes de movilidad sostenible, cambio climático y creación de empleo. Es el anillo ideal para un manco. No estoy seguro si primero pensaron en los trenes y luego descubrieron que cumplían con estas tres bienaventuranzas o pensaron en el medio ambiente y el desempleo y les vino lo de los trenes de cabeza. Al parecer, ampliar y mejorar el transporte público con guaguas eléctricas y potenciar con inversiones públicas las energías limpias es un proceso mental o administrativo demasiado complejo y sin la grandeur de los grandes proyectos multimillonarios, con sus concursos, sus licitaciones, sus folletos y su confeti. Más del 30% del personal contratado cuando se desarrolló el proyecto de tranvía entre Santa Cruz y La Laguna era foráneo. Obviamente la tecnología y la ingeniería corrieron por cuenta de la empresa adjudicataria que durante años mantuvo un suculento contrato con Metropolitano de Tenerife SA. Me imagino esos trenecitos alimentándose con o sin alegres chisporroteos en las centrales eléctricas de Las Caletillas o Granadilla que, como saben bien todos los isleños, ofrecen un servicio irreprochable las 24 horas al día y los 365 días al año.

En realidad el entusiasmo es ya irreprimible, y tan intenso, que el vicepresidente del Cabildo tinerfeño, Enrique Arriaga, ha adelantado que podrían licitarse algunas obras de este proyecto el año 2021 "si llega la financiación". Emocionante, aunque tal vez precipitado, pero tampoco vas a pedirle a un caballero como Arriaga, que parece un óleo colgando de la pared de algún benemérito casino decimonónico, que conozca el funcionamiento y los procedimiento de la UE. Hace años, Sebastián Franquis me recordaba a alguien. Y ya sé a quién. Es clavado a Buster Keaton en El maquinista de la General.