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Escuelita de ironía

Las referencias a nuestro caprichoso refranero español son siempre una fórmula socorrida para definir algo que cuesta describir sin el uso de la injuria. Desde la escuela básica comienzan a darte las primeras herramientas para traducir los pensamientos en palabras, generando en el aspirante a persona un avance en sus capacidades cognitivas. Con el paso del tiempo vamos adquiriendo cada vez más recursos que empleamos en nuestra vida cotidiana para criticar, exponer o disfrazar la realidad. Es así como asoma la ironía, ese maravilloso comodín literario que satisface nuestros deseos y nos eleva a una posición de poder respecto a los prudentes. Sócrates concebía la ironía como un método para llegar a la verdad fingiendo ignorancia, mientras que Aristóteles la definió como una simulación opuesta a la jactancia; los románticos, y especialmente Schlegel, la consideraron como expresión de dos elementos antagónicos, como la naturaleza y el espíritu, o lo objetivo y lo subjetivo. Para Kierkegaard, en cambio, la ironía corresponde a lo que denominaba "el estadio estético de la existencia". Quevedo y Cervantes, unos genios. Oscar Wilde fue un maestro insuperable en su manejo, como lo prueban sus "boutades", y Borges no lo fue menos: es memorable su Poema de los dones (tal y como Fernando Tinajero lo explicó en El Comercio). La ironía no entiende de clases sociales, religión o sexo. Es imprudente y gratuita. Para profundizar más en la figura retórica de la ironía solo hace falta hacer volar la imaginación y atender a casos tan extraordinarios como los que encontramos en nuestra escuelita de ironía. En la lección primera aprenderemos la antífrasis, que la manejaremos para desenmascarar el amor del cardenal Cañizares al prójimo y su coherencia discursiva: "Vox no es un partido de extrema derecha, es un partido de derecha". Dejando de lado aquellos que utilizan los altares para los mítines políticos, pasamos a la lección segunda: Asteísmo. La vamos a poner en práctica con los personajes que tanto han aportado al erario público, como es el caso del rey emérito Don Juan Carlos, que presuntamente recibió de la satrapía saudí más de 60 millones en regalos por montar las vías y recoger los tickets del ave a La Meca: "Eso sí es un amigo, no los míos que son unos agarrados". En la enseñanza tercera asistimos a una figura irremplazable: Carientismo. Muy recurrente en casos como el del Fútbol Club Barcelona y Real Madrid que pidieron al Estado la nada despreciable cifra de 200 millones para el sueldo de sus cracks: "Nunca había oído algo tan justo y necesario". Tras el recreo de nuestra particular escuelita de ironía, llega el turno de explicar el diasirmo. Lo encontramos en la guagua, en el tranvía o viendo un partido de fútbol. Son aquellos que celebran el gol de Vinicius, lo comparan con Messi y luego votan al Ku Klux Klan: "Ese sí me representa, es un fenómeno". Y por último, llega la estrella del temario, el rey de los recursos: el sarcasmo. Empleado a todas horas, supone la capacidad de evadirse del agobio preceptivo para amenizar los momentos. Lo tenemos en nuestro día a día, en la política, en la sociedad, en la economía y hasta en la religión. Es imposible poner un solo ejemplo. Sarcasmo es una de las pocas lecciones que nuestros alumnos han aprendido sin necesidad de explicarlo. Suena el timbre y es hora de volver a casa. Es el momento de poner en práctica toda la materia aprendida.

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