Este periódico hizo el viernes un excelente recorrido por un debate al que tuve la fortuna de asistir, en el que había diferentes personalidades insulares que tuvieron a lo largo de los años los sucesivos premios Canarias, que ahora el virus maldito ha suspendido. El objetivo, marcado por la Fundación Canarias siglo XXI y dirigido por Lourdes Santana, periodista galardonada también con ese reconocimiento, era incitar a los presentes a discutir sobre el futuro.

El futuro es lo que se adivina, y adivinar sólo se puede hacer siendo tan arriesgado como los magos de feria. Aun así, claro está, es el gran tema de todas las épocas. Para bien y para mal de la humanidad no se ha hecho nunca sin tener en cuenta que va a servir para los que vienen luego. El hecho mismo de que se plantee ahora, en medio del mayor desastre nuestras vidas, después de la guerra civil, qué podría depararnos el futuro significa, y no es poco, que éste existe. Y la verdad es que si uno no trabaja para el futuro está condenado a regresar a un pasado que, en Canarias, no ha sido mejor, seguramente, que el que viene. Nuestra tierra ha sufrido, a lo largo de los siglos, numerosas pandemias metafóricas, entre ellas las más graves, el analfabetismo y el hambre, de los que en épocas cercanas no se podía hablar en la prensa ni se citaba en los discursos banales de los delegados canarios de la dictadura que, por cierto, fue bautizada en uno de nuestros montes.

Las cosas han cambiado y ahora, desde hace décadas, todo se conjuga en clave de futuro, e incluso los veteranos como este que escribe asistimos al crecimiento del futuro mejor en nuestros propios hijos, sobrinos o nietos, cuyas condiciones de vida y esperanza contrastan felizmente con las que apuntaban para la vida de las generaciones que los preceden. Uno de los factores que se abrió en nuestro propio tiempo para mejorar el futuro fue el turismo comercial, pues el turismo digamos literario, bohemio, a pequeña escala, siempre estuvo presente en nuestras islas, y de ello dan testimonio libros extraordinarios que reflejan el amor ajeno a nuestra tierra. El turismo como negocio fue inaugurado, por decirlo así, en la adolescencia de algunos de los que peinamos más canas que años y estábamos en el citado coloquio ordenado por Lourdes Santana.

A lo largo de la historia de este fenómeno que cambió el presente y en seguida el futuro de las islas se cometieron muchos desmanes, se destrozaron muchos paisajes y se pusieron en peligro, como avisó César Manrique, horizontes que pasaron a ser parapetos, muros y edificios. Pero esa especulación que aún hoy afea el paisaje no ha sido suficiente, por fortuna, y no ha podido morder del todo la belleza nítida de muchos de nuestros paisajes, algunos de los cuales hoy se benefician con la anhelada fase 3 de esta lucha contra la pandemia: La Gomera, El Hierro, La Graciosa. El territorio, pues, sigue siendo factor de futuro, como lo son la educación y€ la sanidad. En el coloquio del jueves se habló, con tino, crítica pero también con entusiasmo, de lo que se nos viene encima, porque no hubo uno solo de los concurrentes que sintiera pesimismo ante el porvenir. Pero exhibieron un optimismo crítico, sobre todo en esos dos factores esenciales de las bases en las que se ha de asentar el futuro tras este desastre.

Por razones que hay que arañar en el pasado y que están bien cimentadas en el presente, la sanidad no ha tenido la atención que merece, y a pesar de que la gestión de esta crisis ha resultado más bien exitosa, es cierto que nuestros hospitales públicos presentan carencias gravísimas que ahora han sido tapadas por el enorme esfuerzo del sector sanitario. En cuando a la educación€ El déficit que hay atrás es terrible, y arranca de los años de nuestra escolarización, pues la guerra dejó devastado el sector educativo, y ha sido muy difícil restaurar, a lo largo de los años, esa piel delicada y tan dañada de la enseñanza pública. Pero, aunque hay mucho por hacer, mucho se ha hecho, y ese mucho que se ha hecho es lo que sedimenta un futuro que, como dijo mi compañero de clase Juan Manuel García Ramos, responde a lo que una vez dijo Viera y Clavijo de nuestro paisanaje: lo que los canarios tenemos es "capacidad de subsistir".

Esa tarea de realimentar la educación y la sanidad son, se decía el jueves, como un manifiesto que ha de ocupar a la clase política como si fuera una agenda pública de imposible olvido; la crisis económica que traerá consigo el desplome del turismo no sería tan grave, para cimentar un mejor futuro, que el fracaso en esos dos renglones vitales para la subsistencia que proclamaba el ilustre historiador de las dos partes de Canarias. Por fortuna ahora el antiguo isleñismo está siendo superado, en parte gracias a la gestión de la pandemia y en parte gracias al sentido común que ha ido imponiéndose, y es más fácil hablar de Canarias sin que nadie tire para su ladito. Así se puso en evidencia, por cierto, en el citado coloquio, en el que tuve la fortuna de volver a ver a dos aún más veteranos, Wolfredo Wildpret y Elfidio Alonso, ciencia y sentimiento, y música, del pasado, el presente y de lo que nos queda de futuro a todos nosotros. Por cierto, me gustó muchísimo lo que dijo del futuro del cielo de Canarias el profesor Rebolo: mirar al cielo es esencial para la ciencia, dijo, y añadió, sobre nuestra tierra (y sobre nuestro cielo): "Sin ciencia no hay futuro". Lo hubiera firmado Viera.