Según es fama, Calígula propuso que su caballo favorito, Incitato, fuera nombrado senador. Como tantos episodios de Suetonio, los historiadores contemporáneos no le conceden ningún crédito. Es posible, en cambio, que el Calígula de sus últimos meses se burlara del Senado bromeando con el nombramiento de su adorada bestia. No fue en absoluto un emperador idiota ni un loco furioso como plantea la tradición. Calígula demostró inteligencia y astucia en su aproximación al trono. Fue inmensamente popular y utilizó el considerable tesoro público que dejó Tiberio en obras públicas, en mejoras administrativas y en incrementar las raciones de harina que el Estado concedía gratuitamente a los ciudadanos romanos.

Teresa Berástegui es una pequeña pero interesante figura política poco conocida en Tenerife y nada en el resto del archipiélago. Una mujer muy joven que consiguió ser elegida concejal de Ciudadanos en el ayuntamiento de La Laguna en 2015. Para sorpresa generalizada, Berástegui apoyó sistemáticamente a Podemos y al grupúsculo de Santiago Pérez frente al gobierno de Coalición Canaria y el PSOE. Fue tal el grado de sintonía que la concejal le preguntaba a Pérez en voz alta, en medio de un pleno, si retiraba una propuesta o qué debería votar. Los días sin sesión plenaria Teresa Berástegui aparecía poco por el ayuntamiento, aunque como concejal liberada cobraba sus 52.000 euros al año. Participó como modesta figuranta en los fervorosos autos de fe y las astracanadas deleznables que montó la oposición lagunera. A medias hastiada y a medias presionada por el partido no repitió y la colocaron en un lugar imposible: número dos al Parlamento de Canarias. Berástegui, sin embargo, con sus suaves modales, ligera como el viento, sonrisa de mermelada de huertos ecológicos, especializada en escuchar cuitas ajenas y enmascarar ambiciones propias, consiguió la confianza de Vidina Espino y conspiró a su favor. Y así entró en el comité de negociación de Ciudadanos, en el que se opuso con todas sus fuerzas de compiyogui a cualquier acuerdo que posibilitara un Gobierno socialista en Canarias. Espino la rescató como asesora del grupo mixto de la Cámara regional. 52.000 al año otra vez. Su número de la suerte.

Ahora el dedo divino de Casimiro Curbelo le ha señalado para convertirla en viceconsejera de Turismo del Gobierno autónomo. Ayer, a última hora de la noche, su consejera y futura jefa, Yaiza Castilla, personificación de la solvencia en el Ejecutivo, no había abierto la boca en su cuenta de Twitter. Berástegui no tiene ninguna experiencia en gestión turística. Bueno, en realidad, la señora Berástegui carece de cualquier experiencia en gestionar absolutamente nada, pero será la segunda de a bordo en el departamento que debe afrontar la mayor crisis turística de las últimas décadas. Este nombramiento no es un error, sino una perfecta chifladura que se practica con las cosas de comer, cuando todo el mundo sabe que con las cosas de comer no se juega. Eso es lo que cabizbajo y harto pensaba mientras regresaba a casa a media mañana, cargado de hartazgo y desesperanza. Y entonces, en una cafetería ligeramente pretenciosa, lo vi sonreír.

Era Casimiro Curbelo. Hablaba animadamente con una mujer que asentía, atenta y divertida. Dos o tres personas más en la mesa. Curbelo levantó la mano y le pidió algo al camarero más cercano y la mujer se le quedó mirando como quien mira al horizonte del futuro. Había sido concejal y volvería a serlo y ya no estaba sola ni lo volvería a estar. El camarero llegó y tomó nota. Como todos los presentes.