El arte tiene, junto a los mensajes intrínsecos, indiscutible carácter de profecía y Juan Genovés Candel (1930-2020) dejó para la historia una obra insigne que, en 1976, con la libertad esperada y la democracia como proyecto, se erigió en bandera de paz y entendimiento para la mayoría de buena fe que deseaba el cambio político.

Figura capital de la segunda mitad del siglo XX, miembro de grupos rompedores que lucharon contra el conformismo ético y estético que propició el franquismo, sus representaciones del hombre solo y de la multitud a vista de pájaro, ilustran los museos de Europa y América. Con un dominio de la perspectiva que está reservada sólo a los más grandes, retrató, desde arriba, la fidelidad dibujística del movimiento y la tensión cromática que, como en las ruletas, bajo el efecto de la velocidad, confluyen en unas gamas mixtas y de irrepetible originalidad.

El mérito principal de Genovés consistió en dar un lúcido y creativo testimonio de una época aciaga y una realidad opresiva y no caer, en ningún caso y bajo ningún pretexto, en el pozo de la propaganda o en la inmediatez del panfleto. Así, dentro del realismo social, ganó un puesto de privilegio en el panorama plástico europeo y un lugar de honor en la historia de España por su antiguo e insobornable aliento democrático.

Su obra cumbre (óleo de 151 x 201 centímetros actualmente en el Museo Reina Sofía) fue un homenaje a los abogados laboralistas asesinados por la ultraderecha y retrata a un grupo de personas, en su mayoría de espaldas y fundidos en un abrazo; en 1976 se imprimieron quinientos mil carteles a través de Amnistía Internacional.

Hoy, La Palma ahora, con un poema de Luis Cobiella, que esta primavera habría cumplido noventa y cinco años, sirve de homenaje y despedida a las miles de personas, que aquí y fuera, murieron sin el calor de los suyos, sin el consuelo y el afecto, sin el abrazo con el que Genovés pidió antaño la concordia -hoy apaleada en las instancias públicas- y con la premura que, para el amor, pidió el poeta que dice: "¡Deprisa, amigo, apenas queda tiempo para el abrazo”.