El martes 11 de septiembre de 2001 estaba trabajando con una entrañable amiga, Ana Sofía Noriega, cuando el último avión se estrelló contra la torre sur del World Trade Center. Su amigo Jerónimo Granda la llamó por teléfono casi al instante y, con su ingenio habitual, le dijo: "¡Ana Sofía, hay que echar a correr! ? ¿pero pa dónde?". Casi 19 años después, en este país, estamos ante esa misma tesitura.

Resulta ofensivo tener que seguir explicando lo evidente: que estamos ante un fracaso absoluto y mortal de un Gobierno desnortado que no ha sabido prever lo que se nos venía encima, que fue incapaz de tomar medidas para paliar sus consecuencias y que aún hoy, tras más de 30 días de confinamiento y con el horizonte de la peor situación económica de nuestra historia desde la Guerra Civil, no sabe qué va a hacer para sacarnos de casa y qué puede hacer para que no nos mate la crisis, si sobrevivimos al virus. Es evidente, pero hay que seguir repitiéndolo, para que no se consolide el síndrome de Estocolmo que el Gobierno de Sánchez trata de generar en todos los españoles secuestrados en sus casas.

La mayor evidencia de que tenemos un gobierno incapaz, mentiroso y responsable de la pérdida de miles de vidas nos la dio el viernes el ministro de Sanidad alemán, Jens Spahn, al decretar que en su país ya tienen bajo control al bicho y que están en condiciones de ayudar a sus socios europeos con material y acogiendo a pacientes. Los alemanes no son extraterrestres ni tuvieron ayuda divina. Con datos oficiales del pasado viernes, el número de infectados en Alemania era de 138.369 (188.068 en España) con 4.105 personas muertas (19.478 en España). La única razón para explicar esa diferencia es simplemente la gestión del Gobierno: en Alemania se han realizado 1,7 millones de test, al ritmo de 350.000 a la semana, se han repartido 80 millones de mascarillas de protección básica y 20 millones de la categoría FFP2 y el Gobierno ya ha contratado con 50 empresas nacionales el suministro de 10 millones de mascarillas semanales y de 15 millones de equipos de protección. Allí no compraron con retraso test falsos, mascarillas que no sirven, no dejaron sin equipamiento adecuado a sus sanitarios y sí realizaron, desde el primer minuto, estudios para luchar contra el coronavirus donde había más riesgo.

El Gobierno de Sánchez e Iglesias tiene que ser consciente de que no hay relato que pueda hacer olvidar tanta incompetencia, tanta muerte y tanto sufrimiento: ni comprando televisiones para que sólo se difundan los mensajes de su interés, ni expropiándonos la hora del Telediario, para que el presidente nos aburra con sus vacíos, cínicos e interminables discursos, ni haciendo anticonstitucionales esfuerzos para controlar las críticas que para ellos son bulos ? Se antoja imposible -¡no puede ser posible!- que haya un relato que diluya la muerte en condiciones tan penosas de tantas miles de personas y, en especial, de tantos miles de abuelos y abuelas que lucharon contra la dictadura, que nos trajeron la democracia, que pagaron nuestra educación y sudaron nuestro bienestar y que se han muerto (muchos por falta de medios asistenciales) solos en una cama. EEUU recuerda el 11 S con un homenaje que consiste en leer el nombre de las 2.983 personas que, de forma confirmada, murieron en el atentado. No hay horas de Telediario para que nuestro presidente lea el nombre de las más de 30.000 personas (¿cuántas serán al final?), que morirán en nuestro país por su falta de eficiencia.

Pero, si no puedes convencerlos, confúndelos. En eso estamos. Ahora se especula con que hay divisiones internas, con que Iglesias se enfrenta a otros ministros socialistas, con que Sánchez no se entera y es víctima de la confabulación de Iván Redondo e Iglesias, con que igual nos expropian nuestras propiedades y ahorros, con que igual nos dan un ingreso mínimo vital (un día es para ya y otro para dentro de meses)? Toda una farsa. Seguro que tienen tensiones internas, pero son lobos que se pelean entre ellos antes de cazar juntos. Y lo que estamos presenciando es la táctica de la confusión, para que al final no sepamos quién es quién en este drama protagonizado por líderes que no tiene más futuro personal que mantenerse como sea en el poder.

La esperanza de este Gobierno es que, tras este encierro que suprime ilegalmente derechos fundamentales de los españoles, volvamos a la España de Tony Leblanc en la que era posible hacer una y otra vez el timo de la estampita. Y para eso tiene en Tezanos (y en sus bochornosas encuestas) a su mejor trilero. Tengo un amigo experto en la Constitución que dice que ser cretino no es inconstitucional, pero que hacerle caso a un cretino es convertirse en un cretino constitucionalmente. Y a eso aspiran. A que todos les hagamos caso.

La confusión es el Plan B en la lucha por la supervivencia de este Gobierno y de esta generación política. Pero también es un plan sin futuro alguno. La historia siempre es un buen referente. Tony Judt, en su impresionante obra Postguerra: una historia de Europa desde 1945, narra cómo la explosión de uno de los reactores de la central nuclear de Chernóbil, el 26 de abril de 1986, acabó con el régimen comunista en la URSS. El Gobierno soviético trató de ocultar las consecuencias (30.000 muertos) del accidente, pero cuando "los soviéticos descubrieron la incompetencia oficial y su desprecio por la vida y la muerte de los ciudadanos", Gorbachov tuvo que poner en marcha la glasnot y pedir perdón por sus errores. Él echó a correr en la buena dirección.

Y es lo que hay que esperar: que este país también eche a correr en la buena dirección. Va a costar. Los indicios no son nada esperanzadores, pero no parece que este desgobierno tenga muchas más opciones. Sin duda a Iglesias y los suyos, y al propio Sánchez (este más por interés de pervivencia que por convicción), les encantaría aprovechar este río revuelto con tantas miles de vidas, para reconstruir el viejo paraíso comunista. Pero correr en esa dirección no será posible, porque estamos en la Unión Europea, y en este club, para tener las ayudas que necesitas, tienes que hacer las políticas que te imponen. Afortunadamente. Y nuestro horizonte de futuro más halagüeño es el rescate europeo.

El problema es el tiempo que tarden el PSOE y el PP (no Sánchez o Casado) en darse cuenta. Este Gobierno nos va a tener encerrados inconstitucionalmente en nuestras casas hasta bien entrado mayo y no tiene plan alguno sobre cómo puede dejarnos salir con cierta seguridad. Se nos viene encima la peor crisis económica que hemos conocido las generaciones que aún convivimos, y no tienen ni una idea de cómo se le puede hacer frente. Piden unos nuevos pactos de La Moncloa que, como todo en este Gobierno, son una mentira, porque no tienen ni una sola idea de cuáles pueden ser sus contenidos? La pesadilla final que Sánchez persigue es lograr que un PP desprestigiado no tenga más salida que apoyarle (Iglesias ya está entrenando para pasar a la oposición) para que Europa no nos abandone, y así seguir en el cargo.

Ante este cataclismo sólo puede haber una salida: un acuerdo de Estado entre el PSOE y el PP. Pero, con estos líderes, se antoja imposible. Parece una ecuación sin solución; pero me niego a creer que todos los socialistas sensatos que ayudaron a construir esta democracia hayan sido abducidos por este personaje, y me niego a creer que todos los simpatizantes del centro y la derecha, que tanto aportaron para reconstruir este país, se dejen devorar por su sentimiento cainita y fragmentario.

En tiempos de incertidumbres siempre hay que esperar y desear lo extraordinario. Y ya sé que es una locura (¡o no!), pero, ante esta perentoria necesidad de buenos líderes que tenemos, tengo la firme convicción de que Felipe González y José María Aznar tienen aún pendiente un gran servicio a este país: los dos, con su liderazgo reconocido en la izquierda y la derecha, tendrían que dar un paso adelante, para demostrar que podemos trabajar unidos, aunque pensemos distinto, aportando sensatez, responsabilidad, respeto constitucional, respeto internacional y sentido común a la política española. Los dos son hoy un patrimonio inestimable y una referencia para que, después de la singladura a la deriva de esta nueva generación política, echemos a correr en la dirección que regrese a España al futuro.