Queda aún mucho trecho hasta poder tener la certeza de que la situación está controlada y podamos empezar a superarla en el ámbito sanitario, y apenas si hemos empezado a poner sobre la mesa los elementos necesarios para abordar la crisis económica y social que se avecina. Cuando la pandemia pase, tenemos que tener la garantía de que a las víctimas y al sufrimiento social no tengamos que sumar el enterramiento de muchas empresas, el de la actividad de decenas de autónomos y pymes, así como el de centenares de miles de empleo

España entera sigue sumida en la pesadilla del coronavirus. Han pasado poco más de 30 días desde que la enfermedad y la emergencia sanitaria que provocó empezaron a mostrar su verdadero rostro, y nos encontramos ahora en ese momento en que necesitamos recopilar los elementos en juego para saber dónde nos encontramos en la lucha contra esta pandemia global y sus efectos económicos y sociales.

Ha sido algo más de un mes de infierno en los que el conteo de víctimas mortales, y la narración del drama sanitario, el caos asistencial y el colapso hospitalario han marcado la vida de ciudadanos e instituciones en medio de un confinamiento que nos aturde, y que paraliza el país hasta extremos que pueden ser dramáticos para su futuro inmediato.

Seguimos por desgracia sin abandonar ese escenario de fondo en el conjunto del Estado, aunque en los últimos días se haya empezado a vislumbrar el pico de la epidemia y haya mejorado ostensiblemente la situación en los hospitales. Queda aún mucho trecho hasta poder tener la certeza de que la situación está controlada y podamos empezar a superarla en el ámbito sanitario. Y apenas si hemos empezado a poner sobre la mesa los elementos necesarios para abordar la crisis económica y social que se avecina, que ya está aquí. Todo ello en medio de una bronca y desunión política que contrasta con la cohesión y responsabilidad con las que está respondiendo la ciudadanía.

Canarias fue la comunidad donde se dio el primer positivo por coronavirus en toda España, un turista alemán a principios de febrero en La Gomera que superó los síntomas sin problemas. Todavía estábamos muy lejos de sospechar que la enfermedad tendría tal facilidad de expansión y la letalidad que está demostrando. No estábamos aún en una situación de epidemia. Pero esta llegó a las pocas semanas con toda su crudeza y devastación y superó cualquier escenario imaginado por unas instituciones desbordadas, lo que acabó llevándose por delante a la consejera de Sanidad del Gobierno de Canarias, Teresa Cruz, y obligó al presidente, Ángel Víctor Torres, a ponerse al frente de la gestión y nombrar un comité de crisis. En las últimas semanas, Canarias ha conseguido encauzar la crisis sanitaria pese a la llegada a cuentagotas del material y las ayudas prometidas por el Estado.

Como en el resto del país, el reto para acabar con los contagios, poder empezar a poner fin al confinamiento, y controlar la pandemia, es disponer de un alto número de test diagnósticos para que los contagiados asintomáticos, que podrían multiplicar por ocho o diez el número de los enfermos declarados, no sigan expandiendo la enfermedad. Además, se necesita incrementar notablemente las pruebas a los colectivos profesionales de riesgo, proporcionándoles de una vez el material de protección necesario, así como los equipos hospitalarios para la atención a los casos urgentes y que cualquier repunte no vuelva a dejar a los enfermos más graves en situación de desamparo. Sin bajar la guardia en cuanto a la prevención y medidas de seguridad, todo ello podría dar pie en las próximas semanas a un desconfinamiento gradual y paulatino en Canarias, quizá antes que en el resto del Estado, tal como reclama el Gobierno regional y como parece estar dispuesto a autorizar el Ejecutivo de Pedro Sánchez.

Mañana lunes, de facto, se da el primer paso en todo el país al acabar el periodo de permiso retribuido que Sánchez se sacó de la manga para, aprovechando la Semana Santa, cerrar toda actividad productiva no esencial y reducir al mínimo la movilidad, un confinamiento total que ha sido muy cuestionado por no haber sido consensuado política y socialmente, ni tenidas en cuenta las circunstancias de cada territorio, muy distintas entre sí.

Nadie discute que las razones sanitarias están siempre por encima de las económicas por muy vitales que estas sean para el futuro del país, pero el bisturí que dice aplicar el Gobierno central en sus decisiones es muy posible que haya invadido en esta ocasión zonas de riesgo y que pueda llegar a tener más efecto sobre otros órganos vitales del cuerpo, que sobre el que se trata de intervenir.

Cuando la pandemia pase, tenemos que tener la garantía de que a los miles de víctimas mortales, y al sufrimiento de la sociedad por esta situación que le está tocando vivir, no tengamos que sumar el enterramiento de muchas empresas, de la actividad de decenas de autónomos y pymes, muy presentes en el tejido productivo canario, así como el de millones de empleos.

Canarias necesita, contemplando los "pasos escalonados y muy cautelosos" que Sánchez anunció el jueves para desescalar el encierro cuando la pandemia está controlada, recuperar cuanto antes la mínima actividad productiva que le resta y para la que tenga capacidad, una vez asumido el cero turístico a que está condenado el sector para el resto del año.

El Archipiélago se enfrenta a un páramo económico en el corto y medio plazo que le puede costar entre 15 y 20 puntos de su riqueza regional (PIB) y decenas de miles de puestos de trabajo. Una ruina económica sin precedentes. La forma en cómo el Gobierno de Sánchez decretó el cierre total de la actividad económica ha provocado enorme malestar en las Islas porque ha sido como el mazazo final a una economía, la isleña, que ya se queda inerme e inerte si se le seca su mayor aportación de riqueza: el turismo.

Las consecuencias de esta crisis provocada por la pandemia del Covid-19 serán mucho peores que las del 2008, porque al menos en la anterior el turismo se mantuvo en porcentajes de actividad capaces de sostener un mínimo vital. Ahora, incluso en el escenario de una apertura de los hoteles en pocos meses, la situación de los mercados turísticos canarios en Europa no va a estar en condiciones de aportar la imprescindible actividad y los consiguientes ingresos. La pandemia está aún en plena escalada en muchos de esos países, y el efecto sobre sus economías nacionales y particulares no hace previsible que puedan mantenerse como mercado fiable en los próximos meses.

Por eso, los planes del Gobierno estatal para la reconstrucción económica del país deben tener en cuenta esta situación sin precedentes. Canarias necesita iniciar cuanto antes, con las medidas de seguridad sanitaria que sean oportunas, el resto de sus actividades productivas, y en especial la construcción, tanto en su dimensión de obra pública como de iniciativa privada. Es el sector que está llamado a ejercer de locomotora de la economía canaria durante el periodo de regeneración regional en el marco del plan de reconstrucción económica que plantea el Gobierno de Sánchez. Para el que, además, sería necesaria esa unidad política que reclama a la oposición a través de esos nuevos Pactos de la Moncloa que ha propuesto. Y, obviamente, será vital recibir desde la UE una respuesta de gestión de la crisis y de solidaridad con los socios más afectados, a la altura del proyecto que se define en sus tratados.

El Gobierno de Canarias y el conjunto de las instituciones y formaciones políticas, y sectores económicos y sociales del Archipiélago, también tienen que integrarse en un frente común para exigir a su vez un nuevo Plan Canarias, que sea verdaderamente efectivo y no virtual como el de 2009, que contemple medidas específicas, y una aplicación reforzada del REF con todas sus consecuencias. Ese plan especial debería adaptar a las singularidades isleñas las medidas adoptadas por el Gobierno central, entre ellas la posibilidad de alargar los expedientes de regulación temporal de empleo (ERTE) más allá de los seis meses contemplados inicialmente en las medidas estatales, para evitar que se conviertan en despidos permanentes. También la autorización, por fin, para que Canarias pueda usar el superávit del que dispone, y un acceso de sus empresas a los créditos públicos y privados que garanticen su viabilidad a corto y medio plazo. Es una lucha titánica que como sociedad se impone en estos momentos en que, por una vez, nunca un lema estuvo tan cargado de verdad y de sentido: al virus (y a sus consecuencias) solo lo venceremos unidos.