En 1962, René Goscinny y Jean Tabary -guionista y dibujante, respectivamente- crearon el comic titulado Las aventuras del califa Harún El Pussah, aparecido inicialmente en la revista Record, para continuar publicándose en la mítica Pilote de 1968 a 1977. En realidad, el verdadero protagonista no era el califa gordinflón y patoso que gobernaba en una Bagdad de cuento de hadas, en la que convivían magos, genios y nigromantes, sino Iznogud, su pérfido visir. Iznogud era un malo de libro, tanto que su mismo nombre proviene de un juego de palabras en inglés -He's no good-, y en su programa únicamente existía un mandato: "quiero ser califa en lugar del califa". El malvado primer ministro dibujado por Tabary parecía formar parte de un gobierno de coalición, tal vez como resultado de una especie de oposición protocolizada, cuya agenda política se limitaba a diseñar retorcidas maquinaciones que le permitieran conseguir sus propósitos. Pasados los años, el grafismo del dibujante francés, que falleciera en 2011 a los 81 años, ha reaparecido en España en buena parte de ciertas viñetas cómicas, sobre todo en las portadas de la revista El Jueves, al constituirse en la inspiración irreverente de la caricatura con la que suele dibujarse a Santiago Abascal, el aguerrido líder de Vox. Uno siempre ha pensado que el efecto de la influencia artística y literaria, tal como la explicara Harold Bloom, podría funcionar en ambas direcciones, e incluso entre el autor y sus personajes. Aunque el prestigioso crítico del Bronx describiera inicialmente el proceso de lo que llamó "autoinfluencia" en su libro La ansiedad de la influencia: una teoría de la poesía, publicado en 1971, lo culminó en 2011 al publicar Anatomía de la influencia: la literatura como forma de vida, donde llegó a sugerir que el más importante precursor de Shakespeare no fue Marlow, sino Falstaff, que incluso le enseñó a reírse a carcajadas. Cabe preguntarse si fue Iznogud quien influyó a Abascal en la definición de su escaso proyecto político, o si Goscinny fue capaz de predecir la llegada del ultra y su incorporación a la vida parlamentaria. Por otra parte, Bloom también adelantó que el proceso no se limita a la literatura, sino que actúa "en todas las artes y ciencias, así como en el derecho, la política, la cultura popular, los medios de comunicación y la educación". La influencia, sin embargo, no se limita a la relación entre dos autores, sino que puede contagiar a otros cercanos. No es de extrañar que la influencia de Iznogud se haya manifestado en Abascal, y que de este haya pasado a Casado. En los últimos tiempos, ambos han afilado su barba querubínica, se han aproximado al perfil ofídico de Iznogud y han simplificado su argumentario. Al menos, eso sugieren sus propuestas para enfrentarse a la crisis: banderas, funerales, monumentos funerarios, expulsión de emigrantes sin papeles de la sanidad pública, reducción de impuestos a los herederos de los magnates fallecidos por coronavirus, y ruegos a Dios por el avance de la ciencia.