No es tan complejo como parece. Lo que ahora se llama -con poca originalidad expresiva, la verdad - Vía de Circunvalación de La Laguna es la primera fase de un proyecto que culminaba y se cerraba con la Vía Exterior, paralizado en su día, allá a principios de siglo, porque el ayuntamiento lagunero - gestionado por CC- metabolizó primero y asumió como propia después la demanda de conservar el suelo agrícola más rico del municipio, que concentró críticas y manifestaciones en la que participaron agricultores, ganaderos y grupos ecologistas y medioambientalistas, con el fallecido Pedro Molina como espíritu tutelar. Sobre el Plan Insular de Ordenación quedó dibujada hacer trece años la citada primera fase - no se consolidó porque ni siquiera se recabaron todos los informes de impacto medioambiental previos a la redacción del proyecto - y nunca más se supo, pero eso no fue obstáculo para que la oposición de izquierdas se haya pasado más de una década advirtiendo que un amanecer llegarían las palas asesinas y un cruel manto de piche se extendería hasta el fin del horizonte. Es muy improbable que CC hubiera cometido una estupidez como esa -enajenarse al menos la mitad de su fuerza electoral en La Laguna por una obra viaria reiteradamente rechazada - pero era un asunto demasiado apetitoso para dejar de anunciar cotidianamente el apocalipsis agropecuario.

El tráfico continuó creciendo brutalmente. Después de un parón en las matriculaciones de vehículos entre 2008 y 2014, el ritmo se recuperó y alcanzó mayor velocidad todavía. CC no hizo absolutamente nada por encausar siquiera el monstruoso crecimiento del parque móvil tinerfeño en los últimos veinte años, salvo construir carreteras y multiplicar los enlaces: más asfalto y todo quedaría arreglado. Ahora sufrimos en Tenerife unos 800.000 vehículos -frente a 933.000 habitantes - que se mueven en 1.550 kilómetros de carreteras. En 2007 - cuando se dibujó en los planos la primera fase de la Circunvalación ahora anunciada a bombo y platillo - coches, camiones y motos no llegaban al medio millón. Por supuesto que no arreglará nada. Este proyecto - en suma, pasar otra autopista de seis kilómetros por detrás del aeropuerto desde Guamasa a Guajara, por supuesto, sin molestar a nadie -- no es la ideaca del siglo de algún inmaculado visionario, una poción milagrosa que CC metió en la gaveta para amargarle la vida a los chicharreros. Es una obra que llevará un lustro -siendo optimista - para estar en condiciones de uso, que provocará su correspondiente afección al territorio y que si llega a ser anunciada por los coalicioneros hubiera provocado la reacción fulminante de Ginger y Fred soplando el bucio y deletreando el código penal o viceversa al frente de una sagrada manifa.

Ninguna fuerza política quiere admitir lo obvio: no puede enfrentarse el estructural problema de la movilidad en Tenerife bajo la intocable premisa de que cada ciudadano o cada unidad familiar puede disponer de los automóviles que se le antojen. Es imprescindible repensar el sistema de transporte público, definir un modelo integrado, inyectar medios económicos, implantar de verdad carriles VAO. Pero llegará el momento, inevitablemente, de reglamentar la circulación de vehículos pesados, modificar horarios públicos y penalizar al conductor solitario entre otras medidas para que el colapso de las carreteras de Tenerife no impida la vida colectiva y nos aboque a un colapso irremediable.