Oriol Junqueras no es un político preso por malversar dinero público y desafiar las leyes del Estado en un referéndum ilegal; es un "preso político" castigado por un Estado que tiene ocupada a la nación catalana por la fuerza. Eso es lo que se desprende de la entrevista concedida por el líder de Esquerra Republicana en la cárcel de Lledoners convertida en la sede de la resistencia del movimiento soberanista catalán.

"Lo hicimos bien para tener una república independiente. Jugamos nuestras cartas muy bien. Y la prueba de que las jugamos muy bien es que estamos aquí (en la cárcel). Si no las hubiéramos jugado bien no estaríamos aquí", señaló en su comparecencia televisiva.

"Otra prueba de que las jugamos bien es que todos los que lideraron aquella represión ya no están en la escena política porque las urnas los han echado. Mariano Rajoy. Soraya Sáez de Santamaría, que dijo que nos había descabezado. Albert Rivera... Las urnas los han echado y a mí no. ERC ha ganado tres elecciones en Cataluña en un año. Es evidente a quién le dan la razón los ciudadanos y a quién se la quitan", aseguró equiparando la moción de censura que acabó con el gobierno del PP con las urnas.

De las palabras de Junqueras, instalado en un durísimo buenismo dialogante, se desprende un hecho ya conocido, pero que en sus declaraciones adquiere su verdadera dimensión. Cuando habla de la "mesa de negociación con los partidos políticos españoles" indica que el PSOE la aceptó "porque no tenía otra solución aritmética". Es decir, que vincula claramente la mesa de diálogo con la abstención de ERC en la investidura de Pedro Sánchez como una condición sine qua non que el nuevo presidente tuvo que aceptar como precio para su llegada a Moncloa. "Tenemos que aprovecharnos de ese poder", viene a decir Junqueras con bastante lógica.

En mitad de sus declaraciones, le comunicaron que Quim Torra había convocado elecciones para después de la aprobación de los presupuestos -mayo o junio de este año- y Junqueras admitió que va a haber una campaña "a cara de perro" con sus aliados independentistas de Junts per Cataluña. Asoma entonces la otra parte del plan, que es un futuro gobierno de ERC apoyado por el PSC y Podemos. Y Junqueras se pone en modo campaña electoral: "Hay gente -dijo vehementemente- que sabía que éramos inocentes y que han aplaudido la represión. Un pacto con el PSC es imposible. No se puede gobernar con aquellos que aplauden el 155 y que estemos en la cárcel".

O sea. Ya se le ve el pelo a la muñeca. El "diálogo" es el precio de la investidura. Y el plan es un gobierno tripartito de los de ERC, apoyado por la izquierda. El objetivo: el cupo fiscal para Cataluña. Más dinero para acabar con el "España nos roba". La única manera en que ERC podrá presentar como una victoria política su acuerdo con los españolistas y la salida de la vía muerta de la declaración unilateral de independencia. Caso cerrado.