La historia está plagada de grandes mentiras que han tenido un enorme éxito porque, como dice la vieja frase, la verdad suele ser muy aburrida mientras que las falsedades se fabrican con los colores del iris. Por eso ha prosperado eso de que Van Gogh se automutiló cortándose una oreja, cuando lo que parece que perdió fue un trozo del lóbulo que le sajó Gauguín con una espada tras una tormentosa discusión de borrachos. Incluso hay gente que aún sostiene con la fe del carbonero que la Unión Soviética era un paraíso o que los Estados Unidos actuó invadiendo Irak y derrocando a su antiguo amigo, el dictador Sadam Husein -muerto después tan miserablemente- porque tenía ocultas pavorosas armas químicas, dispuestas para atacar a los pacíficos países europeos.

La verdad está sobrevalorada. No solo es que sea, habitualmente, un árido coñazo, sino que además no le suele interesar a nadie. Esto ya lo han aprendido perfectamente en la nueva política. Por eso hemos pasado de aquella famosa doctrina de Alfonso Guerra con la prensa - "usted pregunte lo que quiera que ya le contestaré yo lo que me de la gana"- a no permitir ninguna pregunta, que al fin y al cabo, son un peligro. Lo importante es el relato. Y cuanto más teatro, más relato. Cuanto más lo expliques y lo adornes todas con las plumas del paraíso, mejor te lo comprará la gente que, como los peces y muchos móviles, apenas tiene memoria. Lo que pasa es que a largo plazo resulta peligroso confundir el desinterés con la ausencia de sentido común. La gente no es ilimitadamente tonta y acaba por acusar los efectos de las falsedades mantenidas en el tiempo.

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, tiene previsto desplazarse personalmente a Barcelona para ver a Quim Torra y para hablar de presidente de gobierno a presidente de gobierno. De tú a tú. De España a Cataluña. De Monarquía a República. El mantra que repite desde el entorno de Moncloa es que hay que darle una salida dialogada al conflicto catalán. ¿Y qué es el diálogo sino política?. Darle al conflictivo una salida política viene a ser, entre otras muchas cosas, el reconocimiento de que la lucha por la independencia de Cataluña es legítima y que efectivamente hay presos políticos en las cárceles españolas.

Pero el espíritu de diálogo no es universal, sino discrecional. Se ejerce con Cataluña de presidente a presidente, pero no con el presidente interino de Venezuela, Juan Guaidó, que solo será recibido en su visita a España por la ministra española de Exteriores. Es la prueba del algodón de cómo Pedro Sánchez paga las facturas de su investidura y ablanda su actitud con la dictadura bolivariana de Nicolás Maduro para complacer a su socio Pablo Iglesias.

Todo esto se hace sin ningún tipo de inhibición, disimulo o paciencia. A las claras y a la vista del que quiera mirarlo. Igual que se va a modificar el Código Penal para, entre otras hierbas, cambiar los delitos de sedición y rebelión, rebajando las penas, lo que supondría, de hecho, aplicar beneficios penitenciarios de forma inmediata a Oriol Junqueras, líder de ERC, y a los demás "presos políticos" catalanes que España, "potencia invasora que tiene ocupada Cataluña", mantiene en prisión. O sea, un manera poco original -una vía de circunvalación- para aprobar un indulto.

Mientras se empiezan a producir pequeños tsunamis mediáticos por este tipo de olímpicas e indisimuladas desvergüenzas, la versión oficial repite una y otra vez el mismo relato de un presidente dialogante (según con quién, claro) o la necesidad de modernizar nuestra Justicia al nivel europeo.

Hay quien ha llegado a decir que este Gobierno quiere cambiar la ley no vaya a ser que Murcia, con lo del pin parental, se ponga borde y haya que juzgarles aplicándoles también el 155 con el que ya advirtió la pistolera más rápida del Oeste, la podemita Victoria Rosell, que primero dispara y luego, ya si eso, se lo piensa. Si es que al final lo vamos a agradecer todos. Mira los de León que se quieren ir de Castilla. O los vascos,que se quieren ir de todos lados. ¿Los vamos a meter a todos en el talego? Hay que modular la justicia a la realidad y visto que aquí todo el mundo quiere ser independiente, lo mejor es deconstruir el Código Penal para los españoles nacionalmente no binarios. Y aquí paz y en el cielo gloria.

Como decía Serrat, no es más triste la verdad, lo que no tiene es remedio. Sánchez no ha tardado ni un telediario en empezar a cumplir los acuerdos a los que debe su investidura. Y lo hace a calzón quitado. Sin complejos. Porque en Moncloa creen de que el relato es más importante que la realidad. Los portavoces del Gobierno fabrican cada día un discurso con el que se intenta vestir de cordura la rendición del Estado. Pero aunque la mona se vista de seda, mona se queda.