Que sí. Que si hay que ir, pues se va. Pero ir para nada es tontería. O sea, que claro que sí que estaríamos dispuestos a ir, si es que yendo se arreglara algo, que no parece. Que es lo que justamente ha dicho el gobierno de España en la jurisdicción del surtidor.

Estaban los ministros en plan familia feliz, tomándose una copa de Navidades y unos austeros langostinos con un cuarto más de caviar del que le habría puesto un gabinete de derechas, y en eso que va alguien y dice que se les ha olvidado que hay que subir las pensiones. Un disgusto tremendo. A tal nivel que a Pedro Sánchez se le empezó a arrugar la cara, como antes del tratamiento facial. Pero no hay nada que no se resuelva con decisión. Así que el Gobierno en pleno decidió subir las pensiones sin subirlas. O sea, una subida en diferido como el despido de Bárcenas.

Esta muy claro. Las pensiones se subirán, aunque por ahora no se suben. De momento se quedan como están. Aunque estén realmente casi subidas. O sea, casi. Es una subida trombólica. ¿Quieres que suba de verdad y sin "casi" tu pensión? Pues muy fácil, ponte a rezar para que haya gobierno. Porque en cuanto haya se subirán, incluso con efectos retroactivos. El destino de los jubilados de este país está ligado por siempre jamás al destino mismo de Pedro Sánchez que se ha atado a las pensiones, como a un chaleco con explosivos, y se ha lanzado hacia el futuro gritando "o yo o el caos".

Los jubiletas no son los únicos que se han quedado colgados de la brocha esperando de una vez que haya gobierno. También están los funcionarios, pendientes de la subida de sus salarios (los salarios públicos siempre suben). Y los trabajadores que cobran el salario mínimo interprofesional que quedan pendientes de una subida. O sea, unas trece millones de personas, hijas de sus padres y sus madres, que estarán pendientes del parto de los montes.

Parece que Pedro Sánchez quiere que la gente aplauda con las orejas el pacto con los independentistas catalanes. Porque firmarlo supondrá subir las pensiones y los salarios. Está, empero, el pequeño problema de que no hay cama para tanta gente. Que el ajuste fiscal de este año 2020 nos va a deslomar a todos. Que la pasta que haya irá previsiblemente hacia Cataluña y al País Vasco y que tendrá que salir de algún sitio. Y que no se pueden extender talones para los que se se cuenta con los suficientes fondos.

Es una delicia escuchar a la ministra de Paro, la señora Valerio, diciendo -al mismo tiempo- que las pensiones tienen la máxima prioridad y que no se suben. Que son un sagrado derecho constitucional de los ciudadanos. Y no se suben. Es la política imitando al humor. ¿Subir las pensiones? Sí, hombre, sí. Si hay que subirlas se suben. Faltaría más. Pero subirlas por subirlas...es pa'ná. Y venga a reírse.