El Consejo Político Nacional de CC del pasado sábado -como su homólogo tinerfeño del día anterior- estuvo plagado de ausencias. Uno tiende a creer que ya mucha gente no se lo toma en serio. Y no se lo toma en serio porque allí no se decide nada. Y no se decide nada desde el momento en que los jefes de filas coalicioneros no toman una decisión: hasta tal punto se encuentra oligarquizada la dirección. Los jefes no saben lo que hacer. La disyuntiva de CC es jodida y compleja. Si vota a favor de la investidura de Pedro Sánchez su base electoral -y muchos de sus cargos públicos en casi todas las islas- lo encontrará una contradicción intolerable, después de pasarse años descalificando a Podemos como opción populista, ultraizquierdista o antidemocrática. Peor aún si la legislatura se escoña antes de un año y se arrastra de nuevo a los ciudadanos a las urnas. Por otro lado, Sánchez no ha mostrado absolutamente ningún interés por contar con el voto de CC (ni de NC, para ser sinceros) y sus portavoces no han musitado ni la sombra de un compromiso con los coalicioneros. Si Coalición vota en contra será automáticamente acusada de contribuir al bloqueo de la situación política, a la interinidad suicida que padece el país hace año y medio, a que Canarias sufra por la inestabilidad política española y la falta de presupuestos generales del Estado. Ni siquiera vale el maquillaje abstencionista, porque ahora una abstención es un voto indirecto a favor de la designación presidencial de Sánchez.

Y no existen grandes diferencias internas al respecto. Esa cantinela hermenéutica de una división sobre la investidura en el seno de CC por sensibilidades ideológicas no es más que comodidad interpretativa. Algunos gerifaltes son más proclives a la abstención y otros al voto negativo, pero esas actitudes, escasamente definidas, tienen más que ver con las expectativas de supervivencia del Gobierno de coalición entre PSOE y Podemos que con otra cosa. Algunos líderes de CC señalaron este fin de semana que no tienen para nada claro que el PSOE pueda llegar a entenderse con ERC, que va a alargar la negociación hasta el último segundo. Hasta el dicharachero Miguel Ángel Revilla ha advertido que el voto de su partidito regionalista puede cambiar. De manera que José Miguel Barragán propuso esperar, que es lo que mejor hace Barragán desde chiquito, y todo el mundo estuvo de acuerdo.

Si cabe registrar alguna perturbación en el debate de CC sobre su voto en la investidura está relacionada con su obvia crisis de liderazgo. El senador autonómico Fernando Clavijo está lanzando a su particular campaña para alzarse con la Secretaria General en el Congreso Nacional del próximo mayo. Se planta en las reuniones del grupo parlamentario, consigue que su compiyogui Pablo Rodríguez lo invite a la reunión de la dirección de CC de Gran Canaria, telefonea incansablemente. Y Clavijo - ahora apoyado de nuevo por Oramas- quiere que CC vote en contra de la investidura de Pedro Sánchez. Si no la consigue habrá nuevas elecciones, más fragmentación y los votos de CC valdrán más. Y si la consigue -es el sutil análisis del expresidente- Coalición debe declarar la guerra a Sánchez. Bajo su liderazgo, por supuesto. Dónde mejor puede estar CC que en su mochila.