La expulsión de Juan Carlos Quer de la sala en la que se está juzgando la muerte violenta de su hija mayor está anudada a millones de valoraciones; juicios que por muy cristalinos que parezcan siempre esconden una arista que cuestiona una verdad absoluta. Diana Quer perdió la vida de una manera cruel y cobarde. Sí. Pero no todos son capaces de calibrar la rabia enlatada al vacío de un padre que grita en público "¡Podía haber sido tu hija!".

El ciudadano Ángel Patín seguro que entiende el peso contenido de tanto dolor, pero el juez Ángel Patín debe mantener el corazón igual de frío que su cabeza, es decir, su obligación es velar por el desarrollo normal del juicio que ha sentado en el banquillo de los acusados a José Enrique Abuín Gey, El Chicle. "Por favor, salga de la sala. Lo siento. Salga fuera de la sala. Lo siento". Entre líneas se puede leer un quiero y no puedo que no tendrá demasiadas repercusiones cuando el magistrado vuelva a casa y tenga que mirar a los suyos a la cara.

A Juan Carlos Quer no le van a faltar brazos solidarios que lo sostengan en este trance tan duro, pero en una sala judicial todo es reinterpretable. A veces lo que resulta obvio se transforma en una amenaza que te hace clavar las rodillas en el suelo.