La isla entera entró en éxtasis, como Santa Teresa, con la visita del presidente de esa gigantesca potencia llamada China. Un país que ha inventado un revolucionario sistema mixto que funciona con el comunismo como doctrina interna y el capitalismo como política exterior. O sea, imbatible carne y pescado. Trescientas personas de séquito y un paseo para admirar las bellezas medioambientales del Valle de Ucanca que, a pesar de nuestros denodados esfuerzos -paradores, teleféricos, merenderos y demás hierbas- no hemos podido cargarnos.

Casi hubiera preferido que el señor Xi Jinping se diera un paseo por el puerto de Tenerife, como hizo en su día por el de Las Palmas. Porque, puestos a pensar en inversiones, veo mucho más factible el negocio portuario que el patrocinio de una manada de muflones de los que hincan sus pezuñas por las áridas tierras volcánicas del Teide.

A las autoridades les ha caído la del pulpo por haber recibido a Jinping como se supone que se recibe a los jefes de Estado. Pero es lo que hay. En términos de publicidad, el paseo del séquito chino no tiene precio. En esto de los regímenes totalitarios, como en las clases sociales, también hay ricos y pobres. No veo yo a Maduro, ni a Kim Jong Un, ni siquiera al Castro menos Castro de los Castro, organizando un pollo similar si algún día tienen la mala idea de hacer una escala técnica, en una avioneta del régimen, por estos andurriales.

Canarias, en momentos así, en el éxtasis hospitalario que desatan estas ocasionales escalas técnicas de los poderosos, sufre una ventolera que le hace aproximarse al papel que debería jugar en una distopía de lo que somos. Nos hemos pasado décadas con el rostro vuelto hacia Madrid y Bruselas y ese lugar donde la espalda pierde su honesto nombre apuntando hacia Africa. Mientras enjalbegamos nuestro discurso con la ultraperiferia, la lejanía y la maldita insularidad de la macarronesia guanche, hemos olvidado reiterada y completamente que somos un territorio europeo perfectamente situado para servir de plataforma comercial y económica con África. Y, como nos olvidamos, resulta que la plataforma se la están haciendo otros.

La Unión Europea está abriendo de par en par sus fronteras a Marruecos en un proceso irreversible. Lo están haciendo con los productos agrarios -adiós tomate canario, adiós- y lo hará en el régimen general del comercio. Marruecos ha invertido o invertirá miles de millones de euros en puertos y zonas francas como Dakhla, Casablanca, Tánger Med, Nador West Med, Safi y Kenitra. Está avanzando hacia su destino de convertirse en la puerta de entrada entre Europa y África, en las dos direcciones. Y, mientras tanto, en estas Islas Canarias, vergel de belleza sin par, paseamos servicialmente a los grandes líderes mundiales para que observen la árida hermosura de nuestros paisajes y atrabancamos las grandes inversiones en una eterna melancolía. Pero, eso sí, somos capaces de pelear con uñas y dientes, con fiereza ultraperiférica, para que no nos quiten ni un céntimo de las subvenciones en las que felizmente dormitamos.