Luego nos pensamos como llegamos a fin de mes, él que llega claro. La presión fiscal que soportan las familias españolas a través del IRPF (Impuesto sobre la Renta de las Personas Físicas), esa cifra tan fea, esa figura impositiva que les descuentan (miren sus nóminas) indica que pagamos más las personas que lo que aguantan los grandes grupos empresariales con el Impuesto sobre Sociedades. Datos de la Agencia Tributaria, la misma que lo cobra claro.

El último Informe Anual de Recaudación sitúa en un 12,6% los tipos efectivos del IRPF y en un 9,9% el de Sociedades. Eso significa que las mayores tasas de presión fiscal se dan en los impuestos indirectos que gravan el consumo, seguidos de los directos sobre la renta, que incluyen la actividad profesional de los autónomos, y, en ambos casos, a mucha distancia de los que afectan a las ganancias de las empresas. Puede parecer demagogia, pero lo cierto es que las cifras cantan, quienes más ganan menos pagan, quienes menos ganan a jorobarse.

Es decir, que los hogares y los autónomos asumen el grueso de los ingresos de las arcas públicas por la vía de los impuestos. Es normal que el consumo haya descendido y que la desaceleración económica sea un hecho. Con este panorama ¿está la cosa para gastar? Está para taparse bajo una manta. Y luego nos hablan de subir los impuestos. Bonitas esperanzas.