Me llama alguien para decirme que -como de costumbre- estoy equivocado. Que don Ángel Víctor Torres se comerá el turrón como presidente del Gobierno de Canarias, pero que el próximo año caerá como consecuencia de una moción de censura y un apasionante etcétera. Y como prueba evidente me señala la rueda de prensa que ofrecieron conjuntamente Román Rodríguez y José Miguel Barragán sobre el futuro (imperfecto) de la investidura de Pedro Sánchez. Dicen ambos dirigentes que el nacionalismo canario no bloqueará el intento de Sánchez, conchabado ya con Unidas Podemos, y a la caza y captura de pequeños pero vivarachos regionalismos. Rodríguez solo exigió, como contrapartida, que el próximo Ejecutivo español respete el Estatuto de Autonomía, el REF y a ese animal mitológico conocido como agenda canaria. Según mi amable corresponsal, tal coyunda fotográfica es una prueba indubitable de que algo se cuece en el espíritu de NC y en las tripas de CC.

Rodríguez es hoy, y lo será hasta el fin de la legislatura, el principal eje de poder en el Gobierno autonómico, con pleno consentimiento de Torres, que no puede impedirlo, pero que detesta además los latosos enfrentamientos internos. Torres, en fin, está regocijadamente resignado a reinar, mientras Rodríguez se embadurna hasta los codos en datos, porcentajes, estadísticas y gráficas. El vice ha recuperado antiguos colaboradores y es el principal diseñador del discurso económico y social del Gobierno, con especial ascendente sobre la consejera de Economía, Carolina Darias, y la consejera de Derechos Sociales, Noemí Santana, en su día dirigente de la organización juvenil de NC. Es más poderoso ahora que lo que pudiera ser como presidente solitario y secuestrado por una mayoría integrada por CC y el PP. Pero eso no es obstáculo -más bien lo contrario- para diferenciar su identidad y su mensaje autónomo como fuerza nacionalista: un recordatorio tanto a sus electores como al propio Ángel Víctor Torres y a los estimados compañeros socialistas. No solo Casimiro Curbelo puede cambiar de bando. Aunque le sería más difícil y peligroso, él también lo podría hacer. Se trata simplemente de visualizarlo: Rodríguez quiere llegar hasta 2023 como vicepresidente, el vicepresidente más activo e influyente de la crónica autonómica, pero con opciones abiertas. Es una historia extraordinaria de recuperación, testarudez y fe en sí mismo desde aquella estúpida decisión de los mandamases de CC de incumplir sus propios acuerdos internos y arrinconarlo en 2003.

(Borges solía afirmar que la prueba evidente de la superioridad política de Suiza es que la mayoría de sus ciudadanos no conocía el nombre del presidente de la confederación helvética. Yo creeré en la televisión autonómica como proyecto audiovisual e informativo neutral y al servicio de los intereses generales cuando a la toma de posesión de su máximo responsable, elegido políticamente, asistan menos de medio centenar de personas, y no la impresionante turbamulta de políticos, editores, periodistas, productores, jefes de gabinete, asesores y otras especies zoológicas que pusieron en riesgo la integridad esquelética de Paco Moreno, al que solo le faltaba la toga, pero que también lanzaba rápidas miradas alrededor, por si descubría alguna estatua de Pompeyo).