El pasado lunes 11 fue el Día de San Martín pero la fiesta se trasladó a este fin de semana para que los palmeros mantengamos ese gozoso ejercicio de sincretismo en honor del buen obispo de Tours y, a la vez, despedir el año agrícola y cruzar los dedos para que el nuevo responda a nuestros deseos; para sacrificar y compartir el cerdo criado en la casa y estrenar el vino nuevo que, aún temprano, nos mostrará sus bisoñas virtudes y se hará perdonar sus lógicas carencias. Constituye una excepción en la tradición canaria que junta todos esos ritos el 30 del mismo noviembre, onomástica de San Andrés, primer apóstol de Cristo y, como Él, clavado en una cruz con los maderos cruzados.

Pese a que no tiene representación en los templos palmeros, nuestro San Martín goza de gran devoción y se le señala porque, como soldado en Amiens, partió su capa en dos para abrigar a un pobre que luego resultó que era el propio Jesucristo; dejó la milicia y fundó los primeros conventos franceses; practicó la meditación y penitencia, la sanación de enfermos y la instrucción de los labradores en las iglesias rurales que abrió en todo el país y le eligieron titular de la Diócesis de Tours por aclamación.

Su culto se extendió por toda Europa y tuvo especial relieve en los Países Bajos, donde se le adoptó como protector de los vinateros; en sus concurridas fiestas los niños tienen un papel estelar porque desfilan con farolillos de papel y cantan letras humorísticas que premian los vecinos con dulces y frutas. A las Españas llegó como fecha fija, o aproximada, de la matanza; ahí está el refrán: "A cada puerco le llega su San Martín".

En La Palma entró la doble influencia; de las rurales Andalucía, Extremadura y las Castillas para la matazón; y de la antigua Flandes, para la apertura de las pipas y prueba de los caldos. Los chicos isleños, antes en todas partes y ahora en los enclaves campesinos, corren con cacharros humeantes, agitados a modo de incensarios, y cantan, como los flamencos, coplillas vulgares y un estribillo machacón que se convierte en la sintonía de la noche: "San Martín, tirintintín / fuego a la castaña y mano al barril". Se oyó en El Paso y en toda la Isla inmediatamente después de un domingo electoral donde las músicas y las letras fueron, naturalmente, otras.