Este sábado 16 de noviembre se celebra el Día Internacional de la Tolerancia. Se defiende el respeto a las creencias, cultura y opiniones de otros. Una celebración a modo de concienciación de la lucha hacia un mundo lleno de diversidad y que solo en el marco de la tolerancia podremos convivir bien. Un mundo sin xenofobia, discriminación, homofobia. Un mundo que mejoraría muchísimo si habláramos de igualdad donde ser diferente a lo habitual no estuviera asociado a algo malo o extraño, ya que lo que realmente es negativo no es ser diferente, sino los prejuicios que se crean alrededor de aquellas personas que realizan acciones que no conocemos o no entendemos.

¿Te frustra o molesta que otras personas, sobre todo las de tu entorno, piensen y actúen de diferente manera a cómo tú lo harías? ¿Tiendes a juzgar negativamente a los demás cuando sus ideas, o su visión del mundo son diferentes a la tuyas? Si es así, siento decirte que eres esclavo de la intolerancia. Lógicamente hay determinados comportamientos y actitudes con los que no debemos mostrar tolerancia alguna. Con esto me refiero a todo lo que viole la integridad física y moral de una persona, pero lo cierto es que con frecuencia el problema surge cuando los demás no cumplen con nuestras expectativas. A veces nos mostramos intolerantes a nivel inconsciente ignorando el precio emocional que pagamos por ello. Practicar la intolerancia tiene un doble efecto destructivo, hacia los demás y hacia nosotros mismos.

1.- Hacia los demás, no respetando sus opiniones, intentando exigir o imponer nuestras ideas ante las suyas, haciendo juicios de valor, incluso llegando a menospreciar y ridiculizar a otros. Tenemos el derecho a tener nuestras propias ideas y no entender las de otros, pero si queremos ser personas de bien y tolerantes, tenemos que tener muy presente el valor del respeto.

2.- Hacia nosotros mismos, ya que la mayoría de nuestros enfados se deben en gran parte a nuestra intolerancia. Nos cuesta aceptar que los demás piensen de manera diferente a la nuestra, desencadenando emociones como la ira y la frustración. Queremos que nos entiendan, pero pocas veces estamos dispuestos a entender la situación y el estado de ánimo de otra persona. Definitivamente, esta falta de empatía y de comunicación cada día nos hace ser menos tolerantes.

Para ser tolerante es necesario comprender que nadie es perfecto y que nuestra visión del mundo no es la única y mucho menos tiene por qué ser la correcta. Si lo entendemos de esta manera, no esperaremos que los demás cumplan con nuestras expectativas. Cometemos el error de esperar que nuestro círculo más cercano esté al pie del cañón cómo y cuándo nosotros estimemos oportuno. Les exigimos todo cuando ni nosotros mismos podemos estar en todo. Solo nosotros decidimos quién entra en nuestra vida y, respecto a las personas que decidimos que formen parte de ella, debemos aceptar lo que nos pueden dar e ignorar lo que no puedan darnos. ¡Cada uno da lo que puede! Una persona tolerante acepta las cosas tal y como son porque no exige e incluso respeta, que no todos compartan sus ideas.

Ser tolerante no significa consentir o que tengas que compartir su forma de pensar o actuar. Ser tolerante significa que le permites pensar, sentir o actuar a su manera. Hacer eso sin sentir amenazada nuestra identidad es una grandeza que debemos practicar más a menudo. Al fin y al cabo, ser tolerante es una forma de empatía y de la empatía nos beneficiamos todos.

Muchas veces la falta de tolerancia la practicamos con nosotros mismos. Nos exigimos demasiado sin permitirnos la opción de fracasar, de equivocarnos, apareciendo el estrés y la frustración impidiéndonos ver la vida y a los demás desde un prisma de calma. Es importante practicar la tolerancia y dejar de ser tan crueles con los demás y con nosotros mismos.

"Tratar bien a quien no es de nuestro agrado no es hipocresía, es educación".

#DíaInternacionalparalaTolerancia

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