Hoy se cumplen tres décadas de la caída del muro de Berlín. El muro de protección antifascita o el muro de la vergüenza dividió a Alemania durante 28 años. 155 kilómetros de largo y 3,5 metros de alto fueron las proporciones de uno de los símbolos de la Guerra Fría. Otra muralla, aún en pie, está a tiro de piedra de Canarias: las ocho paredes defensivas que abarcan los 2.720 kilómetros que separan Marruecos del Sáhara Occidental son igual de indignas que la histórica construcción berlisena reducida a escombros el 9 de noviembre de 1989. Tan ignominiosa como el dique que Trump quiere levantar en la frontera mexicana; una valla que tendrá un coste superior a los 25.500 millones de dólares. ¡Vaya ganga!

En España no existe ningún muro. Lo más parecido son las alambradas instaladas en Ceuta y Melilla, pero sí que hay topes que impiden organizar la vida política de un país que no deja de recibir recados en clave negativa. La Comisión Europea ha revisado nuestras previsiones de crecimiento a la baja. Los cuatro puntos que ya nos ha arrebatado son fruto de la ineficacia para formar un gobierno estable -la crisis catalana, por supuesto, también tiene su responsabilidad-, un gabinete que rompa el bloqueo. Sí. Hay que tirar ese muro de una vez por todas...