Tres euros por barba. Ese es el coste de las elecciones que se van a celebrar el domingo que viene: otros 140 millones de euros que se irán al limbo. Más allá de creer que esta votación será la definitiva, yo me quedó con la confesión que Pablo Iglesias (Unidas Podemos) le hizo el jueves a Pablo Motos en El Hormiguero 3.0. El líder de la formación morada dijo sin tapujos que en el Congreso de los Diputados sus señorías se ponen moradas de cariño. Vamos. Que las relaciones entre miembros (y miembras) de distintas formaciones están a la orden del día. Es más, no se cortó a la hora de dar detalles sobre la elevada afectividad, arrumacos y otros menesteres que se capta un día sí y al otro también en los cuartos de baños constitucionales... Escuchando unos comentarios tan subiditos de tono es normal que un ciudadano de a pie dude a la hora de pensar si los Presupuestos Generales del Estado (PGE) se votan en la Carrera de San Jerónimo o en Casa la Húngara.

Al margen del chiste fácil del señor Iglesias, que no dudo de que lleve algo de razón, lo que resulta bochornoso es que un país que lleva cuatro elecciones en cuatro años tenga que reír las gracias a los que no son capaces de encontrar soluciones a un desencuentro político de grandes proporciones. Con Halloween cabalgando en dirección a 2020 la pregunta que deberían contestar Pedro Sánchez, Pablo Casado, Albert Rivera y Pablo Iglesias es sencilla: ¿Truco o trato?