De la misma manera que un tigre no puede renunciar a sus rayas, Pedro Sánchez no puede huir de su estrategia. Los españoles irán a las urnas sin saber qué hará en caso de ganar otra vez, con quién y cómo pactará. Esa es la pregunta clave de este 10-N, porque Sánchez tiene una obsesión palpable de arrebatar votos del centroderecha, si puede ser de la tribu de Cs, y así llegar a los 145 escaños y complementarlos con PNV, los Errejones, y las abstenciones de ERC y Bildu.

Sin embargo, mirando los sondeos el asunto no está claro, y a su previsto itinerario en llano, camino de la meta, le han aparecido curvas (la catalana, más que una curva, será la ascensión al Tourmalet). El día después, Sánchez, conduciéndose a base de bandazos, tratará de hacer frente a los elementos, cuando pensaba que solo tenía que estar atento, agarrar bien el timón, y aprovechar las corrientes favorables a sus intereses. Pues no, va a tener fuerte marejada.

Factor clave: la fragmentación que va a ocasionar Errejón y que podría forzarle a tripartitos o a una gran coalición con el PP, nada agradable al paladar socialista. Digo yo que en algún capítulo de su Manual de resistencia, el presidente debió prever esta situación? o no, porque guste o no, es verdad que el resistente de Moncloa ya ha demostrado que a triple mortal y sin red le ganan pocos. Veremos.