Puede parecer drástico y de hecho lo es, pero tiene la virtud de llamar al menos la atención sobre una de las actividades humanas que más contribuyen al cambio climático.

Me refiero a una red internacional de personas que se han comprometido a no tomar un avión más de lo estrictamente necesario para luchar de ese modo contras las emisiones de CO2 que ponen en peligro el futuro de nuestro planeta.

Se llama en inglés "Stay Grounded" (Quédate en tierra), y la creó en Viena hace tres años Magdalena Heuwieser, miembro de la Fundación del partido Verde que lleva el nombre del Nobel alemán de literatura Heinrich Böll.

Activista en defensa del medio ambiente y contra la comercialización de la naturaleza, Heuwieser se dice convencida de que sin reducir el número de vuelos en el mundo no se podrá lograr combatir con eficacia el llamado efecto invernadero.

Los miembros de Stay Grounded llevan tiempo luchando contra las ampliaciones aeroportuarias que cubren de hormigón tierras agrícolas o espacios naturales con el único objetivo de atraer cada vez más aviones.

En 2016 se organizaron acciones contra ese tipo de proyectos en diversas ciudades como Londres, México, Estambul, Sydney, y se consiguió, gracias a la oposición popular, parar la construcción de un nuevo aeropuerto en la localidad francesa de Notre Dame des Landes.

Es un combate casi quijotesco si tenemos en cuenta que hay actualmente más de 1.200 proyectos de construcción o ampliación de aeropuertos en diferentes lugares del planeta.

La industria, apoyada por los gobiernos que subvencionan esas obras a través de los impuestos, prevé un crecimiento espectacular del tráfico aéreo en las próximas décadas.

África, por ejemplo, lanzó a finales de febrero un mercado único aéreo que permitirá aumentar el tráfico en un 46 por ciento, la frecuencia de los vuelos en un 41 por ciento y que reducirá las tarifas en un 9 por ciento.

"Nuestra acciones, afirma Heuwieser (1), tienen como objetivo sensibilizar al público, ayudar a construir una sociedad civil activa capaz de presionar a quienes nos gobiernan para que reduzcan las subvenciones a ese sector".

Las compañías de vuelos baratos han contribuido a democratizar ese tipo de transporte, privilegiado muchas veces frente al ferrocarril , con consecuencias, sin embargo, devastadoras para el planeta.

¿Cómo es posible, habría que preguntarse, que un vuelo entres dos capitales europeas pueda costar bastante menos que el taxi y a veces el tren que nos lleva al aeropuerto de partida?

Antes, las personas realizaban todo lo más un vuelo al año o cada dos o tres años, pero con tan ridículas tarifas se anima a la gente a volar con cualquier pretexto: por ejemplo, para coger una borrachera en una despedida de soltero en otra ciudad donde el alcohol es más barato.

Es contra esos abusos contra los que se han propuesto luchar los fundadores de Stay Grounded, que tratan siempre de combinar resistencia y alternativas como es el caso del jardín comunitario Grow Heathrow, frente a la ampliación de ese aeropuerto londinense.

Como explica Heuwieser, hace sólo unas décadas coger un avión era algo excepcional, e incluso hoy más de un 80 por ciento de la población mundial no ha volado nunca. Y, sin embargo, es la que más está sufriendo ya las consecuencias del cambio climático.

La adolescente sueca Greta Thunberg, impulsora de la huelga de escolares contra el calentamiento del planeta, reprochó a los líderes económicos que se dan cita anualmente en Davos (Suiza) que acudan a esa localidad alpina en aviones privados para tratar del cambio climático.

Y ¿cuántas emisiones de C02 generan los delegados de todo el mundo que participan en las reuniones periódicas de las Naciones Unidas donde se habla de tomar medidas, que luego incumplen los gobiernos y las industrias? ¿No tendrían que predicar con el ejemplo?

(1) Declaraciones a la revista francesa La Décroissance.