Yo sé que muchas veces lo repito. El periodismo debe basar parte de su esfuerzo en la versatilidad. Los profesionales que escriben de Deportes o cubren la información local no pueden ser ajenos a lo que ocurre en Estados Unidos o Galicia. Ahora bien, existen temas que agotamos, exprimimos y repasamos hasta límites insospechados. Por ejemplo, aquellas informaciones con una carga de injusticia que supera hasta la ética profesional. Que a día de hoy, la libertad de expresión y el desempeño del ejercicio del periodismo sea una quimera en muchos países nos tiene que cabrear y preocupar. Por eso reitero en muchos artículos los ejemplos extraordinariamente nefastos que ponen en jaque al periodismo y a la libertad de información, o, lo que es lo mismo, a la ciudadanía. Pocos pueden imaginar que a miles de kilómetros de distancia de nuestro país se castigue con cárcel a una persona que osa preguntar o dar una opinión en un medio de comunicación; menos todavía, que alguien con un ordenador decida en redes sociales expresar una idea contraria a la gestión de un concejal, ministro o presidente. Pues ocurre, quizá con demasiada frecuencia. Svetlana Prokopyeva es una periodista rusa que, en el transcurso de una intervención en un programa de radio, reflexionó sobre las circunstancias que habían llevado a un adolescente a volarse a la entrada del Servicio Federal de Seguridad en la ciudad de Arkhangelsk. Una simple y llana reflexión con la que sugirió que era el resultado de la falta de libertades en Rusia, que hacía imposible el activismo político en el país. Investigada durante meses, lo que debería haber bastado para determinar su inocencia, Prokopyeva fue acusada el pasado 20 de septiembre de "justificar el terrorismo", y se enfrenta a un proceso judicial y una posible sentencia de hasta siete años de cárcel, según cuenta Reporteros Sin Fronteras (RSF). Le quitaron su pasaporte y cuentas bancarias, y pasó a la lista oficial de terroristas, en una clara violación de la presunción de inocencia. Las autoridades registraron su casa y la sede de la emisora en febrero, y ordenaron la retirada de la transcripción de su comentario en las web que se habían hecho eco del caso. Tal y como explica RSF, "Svetlana Prokopyeva solo ha hecho su trabajo como periodista, es desconcertante ver cómo los investigadores la persiguen de esta manera; es difícil interpretar estos cargos absurdos como otra cosa que no sea un mensaje de intimidación a todos los medios rusos. Urgimos a sus compañeros periodistas a hacer campaña para defenderla y defender el periodismo independiente hasta que las autoridades desestimen finalmente el caso". Persecuciones, cárcel y situaciones límite que llevan a muchos periodistas a situaciones de riesgo, como es el caso de Afgan Mukhtarli, en huelga de hambre en una prisión de Azerbaiyán. Mukhtarli fue secuestrado el 29 de mayo de 2017 en la capital de Georgia, Tbilisi, donde llevaba viviendo tres años, en un exilio autoimpuesto por hablar de corrupción al más alto nivel gubernamental de Azerbaiyán. Las autoridades le acusaron de llevar 10.000 euros encima y entrar ilegalmente en el país. La investigación sobre su secuestro en Georgia todavía no ha llegado a ninguna conclusión. Este es el periodismo que quieren controlar, aquel que permite mantener el privilegio de los que manejan a su antojo los hilos del poder en muchos países. Es lo mismo y más.

@luisfeblesc