Lo de ayer, la final de la Copa del Mundo de Baloncesto entre España y Argentina, no fue una final, fue una lección de vida. Ganamos nosotros, ellos lo dieron todo, pero da igual quién hubiera ganado. Como decía Marco Décimo Meridio, el inolvidable comandante de la Legión Fénix y general de los Ejércitos del Norte en la película Gladiator, fue a base de fuerza y honor.

Fuerza porque España supo sacrificarse desde el principio sabiendo que llegaban a un campeonato del mundo con las críticas de quienes decían que no llegaríamos a nada. Pues fíjate si llegamos. Honor, porque es algo que no se enseña en la escuela. Es algo que se lleva dentro. Es un principio que puedes llevar insertado en la mente desde que eres chico y que te llama a dar todo lo que llevas dentro por un ideal, que tiene que ver con esa noble idea de la lealtad con los demás.

Lo de ganar ayer no fue ganar una final, no fue incluso ganar un campeonato del mundo. Fue ganar una prueba de honor y una lección de vida. Y ojalá los pibes que lo vieron aprendan de ello. Ver llorar a tipos que ganan millones de euros en una cancha, tras ganar, a base de fuerza y honor, lo dice todo. No es el dinero. Es acostarte por la noche sabiendo que has ganado. Sea una final de copa del mundo o tu pequeña batalla del trabajo cada día. Cada día es una final. Es cuestión de fuerza y honor.